l Macondo de García Márquez. El Obaba de Atxaga. La isla de Liliput de Jonathan Swift. La Tierra Media de El Señor de los Anillos. La región de Poniente y sus siete reinos de Juego de Tronos. El planeta Alderaan de Star Wars. La isla Utopía. Shan Gri La. El Dorado. La Atlántida. La isla del tesoro. La Ciudad Esmeralda. El País de Nunca Jamás. La ínsula Barataria. Hospitalia. La única región que desliza sus puertas de cristal silencioso y nos permite recorrerla con el cuerpo. Con los ojos abiertos y cegados por la luz blanca. Con la piel ardiendo por dentro. Con pasos firmes y movimientos que creemos decididos cuando son bruscos y torpes, armados para enfrentarnos al miedo. Rabia, angustia. Expectativas oscuras como cuervos saltando sobre la nieve. Rechazo. Tristeza. También los primeros gritos y lloros, ocurren otras cosas en Hospitalia. Nacen vidas. Llegan bombones para las enfermeras. Ves a las auxiliares empujando carritos por los pasillos con sábanas limpias y batas azules que dejan el culo al aire. Con bandejas calientes cubiertas por tapas de las que escapa un vaho que huele a verdura, a pescado y a sopa. Con vasitos mínimos llenos de sobres sin sorpresa y pastillas de colores. Con pañales gigantes, empapadores y guantes de limpieza. Los pasillos de Hospitalia son la M40 un viernes por la tarde. Se vacían durante las siestas y a ratos, por la noche. Lo sé porque me he asomado muchas veces estos días con mi padre poniendo los pies en el umbral de la habitación. Arriesgando al sacar la cabeza fuera porque el protocolo covid no permite abandonar la habitación a los pacientes ni a sus acompañantes mientras están con ellos. Veinte metros cuadrados para dos más dos. Cuatro personas, dos camas, dos sillones, dos bancos, una mesa. 24 horas. 24 grados. Ser estoico. Ser paciente. Llenar la inmensidad del tiempo. Sorprenderte ante el constante flujo de enfermeras, médicas, auxiliares. Admirar sus miradas y sus caricias de cariño auténtico a tu familiar convertido en su paciente. Agradecer su comprensión inteligente de todo lo que está ocurriendo dentro de esa habitación. Gracias, equipo del Hospital García Orcoyen de Estella por haberlo hecho todo tan fácil. Mi hermana forma parte de ese equipo. Como dice mi madre, qué suerte tener enfermera en casa. Hasta otra, Hospitalia.