ay una Elsa Dorlin que es francesa y vive en Marsella. Ha escrito cosas sobre la violencia y la autodefensa y la reducción del feminismo a la igualdad de derechos. No las he leído. Sí he leído una entrevista en la que critica la fórmula L'Oreal. Viene a decir, en mi libre adaptación, que el "porque yo lo valgo" equivaldría a un "chicas, podemos comernos el mundo político, artístico, científico, educativo, financiero€ todos los mundos posibles, pero sin dejar de estar monas. Hay que seducir. Y mucho de eso hay, claro. No encuentras políticas, artistas, científicas, profesoras ni gestoras de bancos de inversión en su publicidad. Encuentras actrices. Bellas y populares. Juega con el empoderamiento pero es una firma cosmética, no una cátedra de feminismo. Quien quiera puede ahora abrir el melón de hasta qué punto nos cuidamos para gustarnos o/y para gustar y si creer lo primero es o no una trampa social que tenemos tan interiorizada como el bazo, del que no sabemos prácticamente ni dónde se encuentra.

Hay una Ana De Miguel que es vasca y vive en Bilbao. Lleva media vida cortando y cambiando o manteniendo el color del pelo. Además gestiona una peluquería con cuatro empleadas y es la primera que llega y la última que se va cada día. También ha hecho cosas en Barcelona, en París y en otras capitales europeas. Desfiles, sesiones fotográficas, arquitecturas capilares que se elevan muy por encima del día a día. Y ejerce de embajadora de L'Oreal, sí. Ama su profesión. Es una buena fisonomista, suelo levantarme de su sillón alegre y más ligera, estrenándome un poco en otro yo. Algunas profesionales de la imagen tienen ese superpoder. Acaba de anunciarnos que a partir de ahora ofrecerá su mirada y su técnica a domicilio. Después de veintitantos años cierra el salón. Entre otros motivos porque parte importante de su clientela vive fuera de Bilbao y estos confinamientos perimetrales la están asfixiando. Les está ocurriendo a muchas. Y ellas también lo valen.