Esperpento en la sesión de investidura. El candidato Sánchez formuló una pregunta retórica. Desde la tribuna, hacia el escaño de Casado, presidente del PP. No buscaba respuesta sino enfatizar un fracaso electoral: “¿Cuántos diputados del PP están en representación del País Vasco? Que levanten la mano”. Se alzó una, a pesar del contador conocido: 3 circunscripciones electorales, 0 electos. Tampoco Maroto, su última esperanza. Inmigrante ahora dentro del país para salvar su culo político y asegurarse la nómina pública como senador autonómico por otra Comunidad. El empadronamiento interesado del que acusaba como Alcalde de Vitoria a beneficiarios de servicios sociales. La vieja fórmula del paracaidismo político. El 28-A arrojó datos demoledores. Bizkaia (8 diputados): 7,24% del voto, pérdida de escaño anterior y caída de 5 puntos porcentuales. Gipuzkoa (6): 5,03% del voto, reducción de 4 puntos. Araba/Álava (4): pérdida de escaño y bajada del voto al 13,75% (7 puntos menos). El apoyo del electorado no nacionalista, insuficiente y en regresión. Como en Cataluña. La mano alzada pertenecía a Ana Beltrán, presidenta del PP de Navarra, miembro del Comité Ejecutivo Nacional, presidenta de su Comité Autonómico y diputada por Madrid. Cunera, como se conoce a quien procedente de un distrito electoral es colocada en otro. La versátil Beltrán se reivindicó también como representante del PP por el País Vasco. Alentó en vano a su bancada para que el alzamiento de manos fuera general: ¡todos somos País Vasco! Caradura e histriónica. Agitada. Agitadora. Consciente del declive del PPN, se trabajó el acomodo personal en Madrid (estuvo con Casado en Altsasu y lo trajo a Sanfermines) e insistió en la fórmula de la concentración de derechas para asegurar colocación a sus peones. Salanueva, al Senado después de que perdiera con Esparza y abandonara UPN. García, compañero de travesía parlamentaria, sigue a bordo. Carmen Alba no entra en ocaso. Guay.