“Iruña no es taurina, es sanferminera”: la plataforma Iruñea Antitaurina encabezó con esta pancarta una kalejira en la tarde del 7 de julio. Pide el fin de las corridas de toros. Los encierros, que “también conllevan maltrato animal”, necesitan otro debate “más calmado”. Propone al vecindario pamplonés avanzar hacia unos Sanfermines “sin maltrato animal” y espera encontrar en las Peñas “su aliado”. Objetivo de futuro: vaciar el tendido de sol. Iruña, en efecto, no es taurina. Dignas programaciones fuera de fiestas siempre estuvieron condenadas al fracaso. Pero es sanferminera y la concepción original y la tradición secular de las Fiestas de San Fermín tiene uno de sus ejes vertebrales en el ciclo del toro, con el encierro como manifestación suprema de impacto internacional y la corrida como destino final del mismo. Lo sanferminero está unido a lo taurino. Como a lo religioso, con vísperas, procesión y octava. Como a lo institucional, con chupinazo y pobre de mí, programa de fiestas y partida presupuestaria. Como a lo comercial; antaño se anunciaban y estiraban en el calendario como Ferias y Fiestas. La afluencia al abono de la Feria del Toro flojea varias tardes. Se percibe en el cemento de la andanada de sombra. Casi todos los días hay entradas en taquilla. Hace años que las Peñas tienen dificultades para colocar el billetaje entre sus socios y que los reventas se quedan con papel en el bolsillo. El progresivo alejamiento social de lo taurino no se manifiesta en tendidos de sol ni graderío alto, donde se ubican las peñas con menor antigüedad. La fiesta está ahí y ahí van jóvenes y veteranos. A comer, beber, cantar, bailar, protestar, disfrazarse y ensuciarse. Lo del ruedo -salvo brillo, drama o desastre- es secundario. Asiron, mozo peña y ex-alcalde, zanjó con claridad: “Ahora mismo, en Pamplona, cuestionar el toro es cuestionar el modelo de fiesta”. Iruñea Antitaurina lo hace. Plataforma autóctona. De aquí. Es un paso.