De hoy en un mes, Sinsanfermines. Por primera vez en el siglo XXI. Por tercera hasta ahora en los dos últimos siglos. El Ayuntamiento quiere hacer de Pamplona un destino turístico atractivo. Sectores económicos afectados se lo demandan. Sobre todo este año, con el principal reclamo excluido del calendario y la sombra de haber sido Navarra una de las Comunidades más castigadas por la pandemia. La capital sigue considerada como un destino de paso, con pernoctaciones escasas. En hoteles, la estancia media no llega a dos noches; en apartamentos turísticos es de tres. Los hoteles de Pamplona (unas tres mil habitaciones) perdieron el año pasado entre un 12 y un 14% de rentabilidad durante las Fiestas de San Fermín, con respecto a 2018. A pesar de un abaratamiento en el precio (10% en el centro; 18% en la Comarca), según la Asociación de Hoteles de Pamplona. Tendencia durante los últimos años. La previsión de ocupación en julio próximo es del 36%. Venir a Pamplona-Iruñea entre el 7 y el 14 de julio de 2020 puede ser un acontecimiento singular, de esos notorios en la biografía personal, de cuadrilla o familiar. Efecto llamada. Senderismo urbano a las 8 de la mañana por el recorrido del encierro sin toros que aprieten, con gesticulación de marcha a cámara lenta por la zona con antideslizante. Turismo gastronómico, con sable envainado en los precios de la hostelería. Turismo de recogimiento: dos horas de insólito silencio vespertino en la Plaza de Toros. Turismo arquitectónico: contemplación de la pasarela decorativa del Labrit ante su décimo aniversario. Turismo laboral: visita a los puestos de trabajo habitualmente vacíos en fiestas. Turismo rural: acampada en los corrales del Gas. Experiencia histórica. Para contarla. Anormalidades transitorias en la nueva normalidad. Sin que falte para el recuerdo un posado con San Fermín en su capilla. Donde estaría bien que acogiera a su vecina la Dolorosa. El mejor adjetivo para su ausencia.