ompromisos políticos. Acuerdos firmados. Fechas. Plazos. Ejecución de partidas presupuestarias. Nada se ha cumplido en cuanto a la llegada del Tren de Alta Velocidad. En 2004 se anunció que llegaría a Pamplona para 2010. De hecho, en 2007 se dijo que la nueva estación y el final del actual bucle estarían concluidos en 2009. A tiempo. Los siguientes aplazamientos alcanzaron a 2015 y 2023. Ahora, el consejero foral de Cohesión Territorial ha fijado el año 2026 para disponer de un tramo de 70 kilómetros entre Castejón y Campanas. Una "excelente noticia", proclamó mientras la mascarilla ocultaba una cínica mueca de incredulidad. Tan creíble como su colega de Interior y la transferencia de Tráfico. Si así fuera, quedarían la conexión con Zaragoza (80 kms.) y con la Y vasca (por determinar), así como la supresión del bucle de Pamplona, sin financiación ni proyecto definido todavía. O sea, que no llegará a Pamplona ni un cuarto de siglo después de lo inicialmente previsto. En la escaleta de este guión del incumplimiento, políticos de UPN-PP, CDN y PSN. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) aboga por el desvío del dinero a otros servicios más necesitados y utilizados, como Cercanías y Media Distancia. Navarra ha sido históricamente una región mal comunicada por vía férrea, aunque Alsasua y Castejón figuren como nudos importantes en la cartografía ferroviaria. Mejoró el servicio en número y tiempo de viaje en las conexiones de Pamplona con Madrid y Barcelona -que aprovechan tramos de alta velocidad en parte de las líneas-, pero las consecuencias de la pandemia han frenado esa tendencia. Servicio manifiestamente mejorable. Por su tamaño, y a pesar de su complicada orografía en algunos territorios, España parece diseñada para el transporte por tren de viajeros y mercancías. Sobran vuelos interiores y carreteras congestionadas. Se pasó de la precariedad a una arbitraria megalomanía. El sentido común descarriló.