Es lunes y en esta columna no voy a hablar de fútbol. Perdonen si parece confuso por el titular. Que perdonen quienes se alegran de que Osasuna haya ganado en casa o los compañeros de la sección de deportes del Diario de Noticias que llenan de detalles las crónicas. Este fin de semana mi atención estaba mucho más allá, en un pequeño asteroide al que los astrónomos pusieron el nombre de Ryugu. De poco más o menos un kilómetro de lado y con pinta de octaedro, fue descubierto hace 18 años y no está demasiado lejos de la Tierra. Su órbita alrededor del Sol, que completa cada 16 meses, le acerca a veces a nuestro planeta. No parece que nos vaya a chocar, pero nunca se sabe: es uno de esos objetos cercanos a la Tierra que, pocos dudan, se convertirán en el futuro objeto de explotación minera (el valor de los minerales del asteroide se estima en 50.000 millones de euros). Desde junio está orbitando Ryugu una sonda espacial japonesa, Hayabusa 2, que acaba de posar sobre su superficie dos vehículos. Ya se están mostrando imágenes de ese mundo oscuro y helado, y obteniendo datos que nos traerán más conocimiento sobre cómo fue el propio origen de los planetas del Sistema Solar.

¿Y el título referente al golazo? Piensen que esta misión comenzó su viaje a finales de 2014, al cabo de un año volvió a acercarse a la Tierra y aprovechó el empujón de nuestro planeta para colocarse en una órbita que le llevó a Ryugu en junio. Y ahora los dos vehículos se han posado en un mundo en el que la gravedad es tan débil que un adulto de 80 kg pesaría solamente 1 gramo. La misión analizará el suelo y traerá materiales de vuelta dentro de dos años. Y todo con la precisión que viene de la mano de la ciencia y la técnica. Aunque no llene estadios.