empieza en Madrid la COP 25 chilena. Cosas del mundo que está del revés, donde la democracia está siendo puesta en cuestión de mil maneras. Y no es lo peor, porque en cierto modo todo se está yendo al garete. Esto lo digo con cierto optimismo, porque podríamos estar aún peor, y no creo que sea el momento de tirar la toalla y desear que llegue el asteroide que nos barra de una vez de la historia de la Tierra. Veremos a partir de hoy la menguada presencia de presidentes y representantes de los estados implicados, incluso de los que se están yendo. Europa se ha declarado en emergencia climática, aunque la mitad de la derecha y toda la derechona europea ha dicho que esta emergencia no les importa lo suficiente, que prefieren meter miedo con mentiras en torno a la inmigración que les da más réditos. Desde luego, la esperanza de acuerdos con unanimidad parece lejana, incluso los consensos tibios de otras reuniones anteriores. Un ejercicio: nombre al menos 5 de los sitios donde se han celebrado alguna de estas reuniones. Le informo que la primera fue hace 40 años, que ya hace 40 años que los datos científicos son suficientemente claros como para saber que es la actividad humana la que está generando el calentamiento acelerado, que podría tener consecuencias globales y graves si no se para cuanto antes y que por lo tanto desde entonces somos colectivamente unos míseros que hemos de hecho aumentado nuestro expolio de un planeta que no puede con nosotros. Una vez más, lean esto como un cierto optimismo: aunque hemos dejado pasar unos años preciosos, aunque ya estamos viviendo consecuencias que se predijeron para más adelante, todavía hay opciones para quedarnos dentro de un margen razonable. Más o menos. Hace falta que en estas dos semanas nos comprometamos con el cambio. ¿Nos atreveremos?