mpezamos hoy el verano, el astronómico que marca la revolución terrestre. Cierto que el de la temperie empezó ya, sobre todo porque con el calentamiento se adelanta. Aunque vuelva alguna lluvia o frío el verano es innegable: ahí está el Sol en su punto más septentrional, con más horas de luz y menos sombra en el hemisferio Norte. Lo recalco porque se nos suele olvidar que hoy también arranca el invierno en el hemisferio Sur, las nieves llegando a las cumbres y los días oscuros. Nos parece lejano o incluso algo ficticio que apenas nos importa porque vemos el mundo siempre desde el Norte.

Y estamos con ganas de verano, de ir reencontrándonos con el mundo ahora que parece que también la pandemia deja un espacio. Por eso, cuando a finales de semana nos dejen soltarnos el barbijo en espacios abiertos, volveremos a creer que todo ha pasado, que todo está bien, que todo ha sido una mala pesadilla. Cabe la posibilidad de que en unas semanas, sin embargo, constatemos (ya lo hemos vivido también varias veces) que es mejor no confiarse porque el virus sigue con mucho brío y la gente joven sigue expuesta, así como dos terceras partes de la población mundial que ni ha visto las vacunas ni las espera. Ya había dicho que solemos pensar que todo es Norte, pero no.

En Iruña, junto a ese grupo de corredores y toros metálicos que conmemora en la Avenida de Roncesvalles lo del encierro, está durante unas semanas una patera de verdad, en madera y desconchados de pintura contraponiendo claramente la situación, recordándonos que hay norte y hay sur, hay personas refugiadas que huyen y hay un compromiso de acogida y derechos que solemos olvidar fácilmente. Porque más importante que poner la boca al sol es poder tener un futuro, derechos, esas cosas. Con o sin mascarilla. En verano o en invierno.