El Ayuntamiento de Pamplona aprobó el jueves su Reglamento de Participación. Votaron a favor Bildu, PSN y Geroa Bai. Se abstuvo Navarra Suma. Hablamos de 103 artículos que ocupan 96 páginas para un texto de 2.477 palabras. Cuatro de ellas, el 0,16% del total, estaban en euskera. En euskera, con su equivalente en castellano al lado. Mira por donde, fue la molesta presencia de esas cuatro palabras lo que provocó la negativa de Navarra Suma a apoyarlo. Ni tan siquiera enrojecieron al anunciarlo. Pocos días antes, Maya había decidido cancelar las cuentas bilingües municipales en Twitter, Facebook e Instagram, y crear cuentas separadas, incluyendo todos los seguidores de la cuenta bilingüe en la de castellano y sin preguntar a sus usuarios. Otros pocos más, el mismo personaje había anunciado su intención de sustituir la ordenanza del euskera de la legislatura anterior por la vigente en los tiempos de Barcina, versión cercenada de la que en 1997 aprobó el tripartito municipal de CDN, PSN e IU, después de todos los tijeretazos que le fueron propinando en los 12 años de gobiernos municipales de UPN. Si eso es a lo que quiere volver Maite Esporrín y el PSN, tendrían que empezar a explicarlo. A ver cómo casa eso con el pacto de su partido para el Gobierno foral. Porque si el modelo lingüístico que pretende el PSN tanto para Pamplona como para el resto de Navarra es el mismo que el de UPN o su versión expandida, pues igual convendría deshacer cuanto antes el equívoco para que todo el mundo actúe en consecuencia. La guinda en el Ayuntamiento la ha puesto la suspensión de la actuación de unos payasos en euskera. La portavoz García-Barberena argumentaba defectos en la contratación imputables a la anterior Corporación. Pero eso ya no se lo cree nadie. Esto está dejando de ser un problema político para convertirse en uno psiquiátrico.