Nos lo confirmó el otro día este periódico. Madrid nos roba. Nos roba capital. Capital humano, sobre todo. Madrid nos levanta a muchos de nuestros chavales y chavalas más cualificados. Jóvenes que, acabados sus estudios, huyen a una capital del Estado con más oferta de trabajo, más variada y monetariamente más ventajosa. Desde la Transición, merced a las políticas económicas centralizadoras de todos y cada uno de los gobiernos que se han sucedido en España, la comunidad madrileña ha multiplicado varias veces su parte en el PIB estatal. Cuando tienes las sedes de todas las grandes firmas en tu territorio y manejas una red de decisiones y comunicaciones totalmente centrípeta es muy fácil ofrecer condiciones fiscales ventajosas para seguir atrayendo empresas. Curiosamente, de ese dumping económico que Madrid practica de forma sistemática con el resto del Estado es del que menos se habla cuando afloran querellas y agravios territoriales. Pero cuidado. Pamplona y su zona de influencia viene haciendo lo mismo con el resto de Navarra. Es en Iruña donde se decide, donde están las empresas, de donde salen y en donde mueren las carreteras, y donde se ofrecen las mejores infraestructuras y condiciones de vida. Cualquier ayuntamiento de una localidad de unos pocos centenares de habitantes sabe hasta dónde tiene que elevar la contribución urbana o el impuesto de actividades económicas para ofrecer unos servicios que ni con mucho se acercan a los de la capital de la Comunidad. La sangría juvenil a la que Pamplona somete a su periferia es comparable con la que produce en todo el resto del Estado el centralismo madrileño. El Pirineo se vacía. También la comarca de Sangüesa, Tierra Estella, la Zona Media. En algunos lugares pronto no habrá quien nos caliente la casa rural cuando queramos ir el fin de semana. Pamplona también exprime. También roba.