na vela a Dios y otra al Diablo. La misma semana que la socialista Chivite aprobaba sus presupuestos gracias a Bildu, su compañera de partido, Esporrín, hacía posible que Navarra Suma sacara adelante los suyos en el Ayuntamiento de Pamplona. Parecen ya lejanos los años en los que la prensa madrileña otorgaba al PNV el título maestro de la política de alianzas de "geometría variable". Hace ya mucho tiempo que el PSOE ha dejado en pañales a los herederos de Sabino Arana en el difícil arte de compatibilizar maridajes diferentes o incluso contrapuestos para cada escenario político. Quién lo iba a decir, el PSN, su sucursal navarra, ha demostrado ya ser el primero de la clase en esa disciplina. En los escasos 550 metros que, según Google Maps, hay entre el Palacio de Navarra y el Consistorio pamplonés, los socialistas navarros son capaces de meterse en camas no sólo diferentes, sino absolutamente incompatibles entre sí. Lo hace, además, con luz y taquígrafos, sin que ninguno de los dos cornudos pueda hacer mucho más que disimular en voz baja su orgullo herido. ¿Falta de principios? Yo diría que política en estado puro. No hay dos almas en el PSN, sino el mismo cálculo. Chivite y Esporrín juegan a idéntico juego, sólo que una lo hace desde el poder y la otra desde la oposición. El pacto de la segunda con Maya equilibra el de la primera con Araiz. Ambos sitúan al PSN en una cómoda centralidad, que es y será siempre asimétrica. Los socialistas navarros solo pactan con el nacionalismo y los partidos a su izquierda cuando son ellos los que llevan el bastón de mando. A la inversa no ocurre y no va a ocurrir, salvo casos locales. Con su derecha -con UPN- no hay tantos remilgos. El apoyo de Esporrín a Maya tiene la virtud de recordárnoslo: lo pueden volver a hacer y no se sonrojarán por ello.