Un actor famoso que ha afirmado “la autocensura no existe en mi apellido”, al que se le suponen progresía concentrada y capacidad de realizar lúcidos análisis de coyuntura y se le constatan buen número de fans y dar bien en cámara, participa en un proyecto medioambiental y es elegido como portavoz de múltiples y posiblemente divergentes sensibilidades y planteamientos que impulsan una manifestación conjunta. Lee y, aprovechando que tiene una opinión y que se le calienta la boca, la suelta e insulta a un par de políticos y luego se arrepiente y se retracta. En cuanto a lo último, perfecto, cuando uno mete la pata lo mejor es sacarla rápido y tan públicamente como se haya metido. Eso le honra. Seguro que es un tío majo. Yo tengo una curiosidad, me gustaría conocer quiénes y de qué forma le afearon la conducta. Es fácil imaginar que si hubo reconvenciones no tuvieron que ver tanto con el contenido de los exabruptos como con la quiebra del pacto implícito de representar y dar voz opacándose, renunciando al protagonismo en cierto modo, algo paradójico, pues se le ha elegido por ser precisamente él.

Antes, el canal público 24 horas, que habitualmente da las noticias con rapidez, mantenía durante un tiempo largo, inédito para su costumbre, no creo equivocarme si digo que más de media hora, la cámara siguiendo a Greta Thumberg mientras la joven se dirigía con dificultad a la citada manifestación y acababa desistiendo por motivos de seguridad. El operativo parecía propio de un programa de actualidad musical haciendo el seguimiento de una estrella del rock.

En ambos casos, la misma sensación, un dedo que señala algo y un objetivo que se recrea en el dedo. Me pregunto si es necesaria tanta dosis de espectáculo. No sé si me gustará saber qué significa.