or ahora estoy bien. Como nos repiten, vamos a pasar por todo el abanico de emociones y es aconsejable reconocerlas, ponerles nombre y hacerles sitio y así, si un rato bailo por el pasillo con Fórmula V y los Diablos otro escucho a Aute y salen sin duelo las lágrimas corriendo. La euforia es buena para el braceo, para limpiar azulejos y cristales, una alegría más serena deja ordenar armarios, mirar papeles, repasar el botiquín y la despensa y mirar fechas de caducidad. ¿Cuatro años desde que compré aquellas algas que prometían un sushi de libro? La desapasionada contemplación de la existencia me temo que llegará. Va a haber tiempo. No he sentido ni ira ni rabia. Por ahora, ya digo. Miedo al virus tampoco, sí alguna preocupación por cómo va a quedar todo esto después, incertidumbre que lleva a la anticipación. Pero como dice T, que es autónomo, yo, cuarentena, la que me echen, el problema es si luego habrá trabajo y añade que, en general, siente confianza, fíjate tú qué cosa contradictoria, algo parecido a la esperanza y la tranquilidad y que igual es un mecanismo de defensa pero que aunque sea eso es bienvenido. Ayer me imaginaba caminando a buen paso por una calle a media hora de casa y el aire caliente me daba en la cara y me puse triste un rato. No es bueno anticiparse, ni siquiera para lo deseado.

Respecto al asco y el desprecio, no me son ajenos. Habría que aislarse mucho para no ver, no escuchar, no leer y no sentirlos. También es cierto que no han variado mucho sus destinatarios, a lo sumo alguna incorporación.

No creo que termine hablando a las plantas, hasta el momento son ellas las que dicen cosas. Nada fuera de lo habitual, pero ahora las escucho mejor.