l pasado día 7 se celebró la Jornada Mundial por el Trabajo Decente promovida por la Confederación Sindical Internacional. Busquen la definición si pueden. Son 80 palabras. Dice la OIT que además de generar ingresos, el trabajo decente facilita el progreso social y económico y fortalece a las personas, a sus familias y comunidades. La leo y pienso que ese trabajo solo puede darse en un mundo algo mejor. O igual es el que lo posibilita. Es un trabajo productivo porque produce ingresos, protección y entornos dignos para la vida. La definición no va a la finalidad del trabajo, es decir, no se mete con que esta sea producir tonterías prescindibles o peor, aportar un grano de arena que gripe otra parte del engranaje necesario para mejorar el mundo. ¿Consideramos decente, por ejemplo, fabricar armamento o bollería peligrosa? Aun así, no estamos ni medio cerca y conseguirlo sería para darse con un canto en las narices y pasar al siguiente peldaño, que supondría, ente otras cuestiones, reconocer el trabajo de cuidados que no genera rentas y sostiene la vida y enjuiciar la finalidad de los trabajos. Trabajo es todo aquello que mejora el mundo, escuché hace mucho. La frase es para pensarla, sitúa el horizonte lindando con la utopía y necesitaría grandes acuerdos. Por eso, no creo que ningún organismo internacional, ni ministerio ni sindicato la suscriba. Los tiempos no son propicios.

En física, trabajo es la fuerza que se aplica sobre un cuerpo para desplazarlo de un punto a otro. Haciendo un mix con la frase recordada, trabajo sería aquello que hacemos para trasladar el mundo de un punto malo a un punto mejor.

Me ha dado por pensar qué porcentaje de lo que hago contribuye a la mejora y cuánto no deja de ser una tontería o peor.