urante un tiempo han coincidido en la mesa dos libros que responden al mismo espíritu del tiempo, Los amnésicos, Historia de una familia europea, de Geraldine Schwarzy Heimat, Lejos de mi hogar, de Nora Krug. Publicados con apenas un año de diferencia y ampliamente premiados, ambos son ensayos, en forma de historia novelada el primero y de novela gráfica el segundo. Las autoras son una periodista e historiadora francoalemana y una escritora e ilustradora germanoestadounidense que comparten la edad y el eje de su investigación. A partir del rastreo de sus historias familiares acceden y nos acercan a las claves que explican la gran historia, en este caso la referida al Tercer Reich. Con una impresionante documentación, ambos libros enganchan, iluminan y sobrecogen. Sus abuelos y abuelas se posicionaron. En ausencia de coacción o amenaza, hubo personas que favorecieron la trágica deriva de los acontecimientos y otras que no, quienes aprovecharon la corriente más favorable y quienes fueron sus víctimas. Así de simple y con la complejidad de cualquier biografía.

El mal no es ajeno a la voluntad. En sus múltiples expresiones, la historia muestra lo contrario, que necesita de la colaboración de las personas. Consciente y voluntaria o irreflexiva y banal, pero siempre interesada. Los hechos se imponen y revelan la responsabilidad en todos sus grados. Que nuestra identidad y nuestro bienestar personal pasen por ocultar o negar la trayectoria de nuestros ancestros es un presupuesto tan exigente como irracional y poco convincente. Ambas autoras explicitan la coexistencia incómoda de los afectos o la amable resonancia de las figuras familiares y los datos que la investigación histórica vuelve innegables. Si pasa en circunstancias triviales, con más razón en estas.

Los padres comieron el agraz y los hijos sufren la dentera, dijo el profeta Jeremías. Y los nietos, añado.