A punto de echar la persiana a esta esquina por descanso estival, la canícula no me deja pensar gran cosa, aunque no me quito de la cabeza a quienes lo están pasando, o lo pasarán, peor que una.

Por lo que he leído, un buen número de vecinos del Casco Viejo está, un año más, haciendo las maletas para huir de los Sanfermines en la imposibilidad de soportar los ruidos y la masificación que se plantarán junto a sus portales. Lejos del epicentro festivo se marchan trabajadores, ancianos, niños pequeños y gentes poco jaraneras o con el sueño ligero. Claro que aún lo tienen peor aquellos otros que se ven obligados a permanecer casi encerrados en sus viviendas porque no les queda otra y que vivirán durante nueve largos días como si fueran enemigos sitiados. Nos vamos de fiesta o de vacaciones y se nos olvida la cara B de la vida -todas esas personas que hacen posible de mil maneras nuestro solaz- y por ello también esta semana se ha dado a conocer una iniciativa sindical para salvaguardar los derechos de los empleados de la hostelería en Pamplona durante las festividades. A todos a quienes molestamos en pos de nuestro placer, a los que hacen posible el entretenimiento ajeno con su trabajo y a los muchos que no podrán disfrutar de estas semanas en teoría destinadas al ocio, buen verano.