Hubo una cierta esperanza en que el Tribunal Supremo reformara del todo la sentencia política del caso Alsasua y apreciara lo formulado por las defensas en la vista del recurso el mes pasado, y hasta que de alguna manera tuviera en cuenta que hubo denegación evidente de pruebas de descargo porque fueron consideradas innecesarias en la medida en que los recurrentes estaban condenados desde el día que fueron imputados, antes incluso. Clamorosa la imagen de la víctima con la camisa impoluta, clamorosa. Esa esperanza se ha visto burlada por otra sentencia, no menos ideológica que la anterior, que, si bien reduce algo las penas, mantiene en prisión a los muchachos de Alsasua.

El relato social sobre el que se basa la sentencia del TS impone que en Alsasua no hubo lo que hubo, sino lo que se decidió desde un primer momento que había, porque convenía. Nada de pelea de bar en la tardía madrugada en día de ferias y con mucho trago de por medio, sino atentado, no ya a la autoridad, a los garantes de la monarquía y no sé qué palabros más, hasta del pueblo español. Una enormidad de rancia retórica dicha para cubrir un expediente que se sabe de antemano cómo va a acabar. No era terrorismo, pero si etarrismo de primera, y eso se vendió o se repartió gratis a través de los medios de comunicación afines al todo es ETA y fue secundado y aplaudido y berreado hasta la saciedad. La condena y la aceptación social de la misma la tenían asegurada. Hasta las víctimas del terrorismo aprovecharon la circunstancia para ejercer una acusación particular agresiva sin tener relación directa con el asunto de fondo. No había terrorismo, pero daba igual. Si no había terrorismo hay odio, que ya es peor, una de las figuras jurídicas que más indefensión puede producir por quedar al arbitrio del juzgador y ser un saco en el que entra todo. Y arbitrio equivale a arbitrariedad, sobre todo cuando media, como en este caso, ideología. No sirve de nada que lo nieguen, en España, acusada por la UE de politización de su justicia, hay dos, una para los nuestros, otra para el enemigo. Rara es la semana que no hay una prueba fehaciente de lo que digo.

Esta es la patria de Caín y la cainina un alcaloide poderoso que se respira libremente en el aire? Eso sí, todos somos Abel por lo que pueda pasar. Las brutalidades que se oyen contra los muchachos de Alsasua, sus familias y todos los que denuncian la desproporción de las penas que padecen y las irregularidades del procedimiento seguido, son angelicales y legítimos trinos celestiales.

Esto es una trinchera o un foso, eso a gustos, pero insalvables ambos, que se van a proyectar en el tiempo. Cada cuál cree lo que le conviene y se adhiere al relato en el que en conciencia o por doctrina y consigna cree, y lo hace de manera firme o con violencia, esa que no se aprecia si es la oficial, así la ejerzan sus matones poligoneros rojigualdos que lo más común es que salgan con bien de los procesos en que se ven incursos. Ellos no tienen odio, sino patriotismo.

Me temo que es inútil señalar la desproporción de las penas y el evidente agravio comparativo en casos de agresión o peleas con uniformados de la Guardia Civil o condenados en firme por delitos muy graves, como los gerifaltes socialistas por el caso GAL que armaron. Son clamorosos, pero ni a los magistrados del Supremo ni a sus aplaudidores les importa. No se trata de justicia, sino de escarmiento y ahí todo el daño que se pueda hacer a los procesados y a sus familias es poco. Tiene que ser ejemplar por mucho que suena a crueldad vengativa.

Como me temo que serán inútiles los miles de personas que una vez más se van reunir el próximo día 26 en protesta por la sentencia y en apoyo a los condenados. Eso no cuenta, obviamente, pero si hay acatamiento de la sentencia es por la fuerza. Además, como en otras ocasiones, se manipularán las cifras y se insultará a los participantes. Todo está previsto. Europa queda lejos, pero es hacia ahí hacia donde se dirige este proceso cuando las vidas de los acusados están ya reventadas.