Como hija del baby boom pertenezco a esa generación que veraneaba en el pueblo (Mezkiritz) en una casa grande donde el suelo de madera de roble dibujaba pequeños agujeros indiscretos desde los que podía mirar las visitas -escondida en el saballado- u ojear el ganado en la cuadra en alguna de las cinco habitaciones de la primera planta, en su tiempo todas ocupadas. Tirada en el suelo me entretenía buscando el ojo de alguna de aquellas vacas de casa, esas enormes canicas brillantes con sus largas pestañas, para atraparlas como la bola en la anilla... Las vacas y las ovejas desaparecieron de la ca-sa de los abuelos y de otras tantas. Se dejaron de hacer morcillas y de llevar las ovejas a la borda. Mi palo de fresno desapareció, el ganado se marchó y las casas dejaron de tener su pequeña porción de vida. Unas pocas ovejas, gallinas, cerdos... el pequeño ecosistema familiar se vino abajo. "Diputación nos hizo de quitar", me decían. El otro boom, el de la industrialización, se llevó a muchos jóvenes promesas del mundo rural. A una industria enfocada fundamentalmente al consumo. La ciudad se convirtió en un lugar de peregrinación en masa. En mi pueblo quedaron dos con ganado y unas naves por cierto infinitamente feas para engordar reses que dependían de complejos sistemas de ayudas y cupos europeos. La presunta protección del medio ambiente llegó a absurdos tales como prohibir la tala de árboles que servían para limpiar los montes o prohibir matanzas en casa. El resto de la historia ya la conocen. Como tantas ciudades se hiperespecializó en servicios, se multiplicaron los intermediarios y, con la llegada del euro y la bajada de los tipos de interés, se levantaron pisos como pipas, con miles de contratas, subcontratas y agentes inmobiliarios a su vera, y se trazaron grandes autovías para movernos más rápido y pagar sobresueldos a políticos. Hoy, el olor a cuadra me llega cuando veo a la vieja Europa, en víspera electoral, y me doy cuenta de que sigo sin entender muy bien cual es el desarrollo que hemos conseguido. Sin ser antieuropeísta, desde mi pequeño agujero...