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Horrores sobre el terror

los últimos crímenes yihadistas han deparado la escalofriante evidencia de que van a más los congéneres dispuestos a morir matando incluso a sus literalmente semejantes, so premio del paraíso. Una dramática constatación alimentada por la bárbara competencia entre el autodenominado Estado Islámico y Al Qaeda, cuya común locura se extiende ahora de los progenitores a la prole convirtiendo a los descendientes en bombas infantiles de destrucción masiva. La pregunta que hoy recorre el planeta es cómo combatir ese fanatismo, o más propiamente a cuánta libertad más se renuncia en aras al refuerzo de la seguridad. Porque los entusiastas de la mano dura han salido de sus madrigueras para estrangular todavía más la circulación de personas, sobremanera la de aquellas movidas por la miseria. Incluyendo otra vuelta de tuerca para que policías y espías accedan sin límites a toda la información interceptable, particularmente la contenida en el registro de pasajeros aéreos y en general la obrante en Internet y en la telefonía móvil aun a costa de la normativa sobre protección de datos. Todo bajo el paraguas de la persecución del terrorismo, extendida al tráfico de personas y armas, un fin siempre perentorio pero sin que quepa criminalizar a colectivos en razón de un dogma o de una tez oscura, ni tampoco socavar el principio irrefutable de que al fundamentalismo no se le puede responder con más intolerancia y además en nombre de la democracia. A la espera de comprobar hasta qué punto las medidas coercitivas en ciernes se guían por el elemental sentido de la proporcionalidad y las investigaciones son selectivas, en tanto que se individualizan los riesgos y la atribución de presuntos delitos, en estas tétricas jornadas asistimos a una triple hipocresía: la de aquellos que defienden la libertad de expresión siempre que preserve su credo, la de quienes se manifiestan por la paz mientras en la trastienda venden armamento a los que la dinamitan y la de esos que tasan las vidas humanas en función de la proximidad geográfica, como si todas no valieran exactamente lo mismo. Más horror sobre el terror.