El Ministerio de la Verdad
La cacería digital ya ha comenzado. Lo del micrófono abierto es una broma al lado de esto. Hasta ahora habían caído deportistas y diferentes famosos y famosas por un tuit a contrapié. Llega el turno de los políticos. Y, curiosamente aquellos que se han basado en las redes sociales para lograr campañas novedosas y económicas son los que están empezando a pagar el pato. Pero no es nuevo. Aunque con menos ruido mediático, muchas empresas ya estaban utilizando los rastreadores de redes sociales para pillar en renuncio a sus empleados. O para cerrar la puerta a posibles futuros contratados. No hay currículum y entrevista de trabajo que aguante una foto de marcha en Facebook o un me gusta políticamente incorrecto. Internet, que venía a dotarnos de la libertad absoluta, empieza a convertirse en una gran cárcel de videovigilancia. Sí. Es cierto. Los expertos ya lo dicen: si no quieres que algo se difunda, no lo subas. Pero claro, otra cosa es lo que dicen de ti o las fotos que te hacen ahora que cada ciudadano es un paparazzi armado de móvil, además de los millones de selfies que carga el diablo. Un texto en 140 caracteres sin contexto pueden dar para muchas interpretaciones. Aunque hay cosas que no hay que pensar ni decir. Da igual que sea en la barra del bar, en Twitter o ante una cámara de televisión. Pero una cosa es esto y otra en lo que se está convirtiendo este mundo enredado en las redes sociales donde el concepto de la intimidad ha desaparecido. Y el derecho al olvido también. Tu futuro personal o laboral depende ya de lo que sale en Google cuando ponen tu nombre. Da igual un ligue de sábado noche que una agencia de empleo. La Policía supongo que tendrá otros medios aún mas sofisticados. Ni imaginar cómo seran los de la NASA. Y si a eso se suma que casi en cada metro de calle o establecimiento hay una cámara de seguridad pues lo de la película 1984 (precursor del Gran Hermano con, Smith, el trabajador del Ministerio de la Verdad) parece un filme infantil.