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El segundón que puede gobernar

Gustará más, menos o nada, pero Pedro Sánchez tiene un plan. Una estrategia que se sustenta en el lema El cambio que une, una evolución de aquel cambio tranquilo que le permitió a Zapatero recabar el inmenso caudal de enojo ciudadano con la soberbia de Aznar, cuyo epitafio fue la obscena imputación a ETA del 11-M. A las puertas de unos comicios generales bajo el signo de otra arrogante mayoría absoluta del PP, el objetivo de Sánchez es seducir a la mayor porción posible del centro político, ese nicho de unos tres millones de electores fluctuantes que en gran parte apreciaron el guiño de envolverse en la bandera rojigualda en su primer acto como candidato. Esa apuesta se basa en la premisa de que el próximo inquilino de la Moncloa ya no tiene por qué resultar el líder de la fuerza más votada, como acaba de suceder en tantos ayuntamientos, fruto de una atomización que ha venido para quedarse. A partir de ese presupuesto, Sánchez sabe que siendo segundo puede alcanzar perfectamente la presidencia si lima al máximo la brecha con el PP, de ahí su neta vocación centrista, porque Podemos y en su medida IU sujetan el caladero de sufragios más a la izquierda, por supuesto también clave para propiciar el relevo del marianismo. Bien entendido que, a diferencia de Zapatero en 2004, a Sánchez ya no le vale únicamente con una política de gestos más o menos aperturistas precisamente al irrumpir a la siniestra una marca más ideologizada que tacticista como Podemos, de quien el mandamás socialista pretende que a final de año le pague con la moneda de la reciprocidad por su neonata colaboración municipal para investir alcaldías no del PP sino populares. Tal distanciamiento del PSOE con la derecha españolista se ha extendido a la CAV, con la entente PSE-PNV como garantía de estabilidad transversal en medio de semejante fragmentación, lo que a modo de vaso comunicante se expandirá a Navarra conforme el sorpasso sereno que preconiza Barkos se asiente. Y es que Ferraz suspira ahora por la alternativa sin la izquierda abertzale oficial que el infausto Blanco desbarató en 2007. A buenas horas.