Según una de las más bellas tradiciones cristianas que hemos heredado y disfrutado desde pequeñ@s, Melchor, Gaspar y Baltasar, tres magos que representaban los tres mundos entonces conocidos (hoy: Europa, Asia y África), fueron a adorar al niño Jesús y le llevaron de ofrenda oro, incienso y mirra. La estrella de Belén iluminó a los tres maestros, tres sabios, tres magos... Qué parábola tan hermosa para quienes hoy tratan de restar valor a un mundo multicultural y se empecinan en hacer de las Cabalgatas un tres en raya blanco. El llamado blackface se inició en Estados Unidos en el siglo XIX para representar a personas de raza negra en el teatro como muestra de los prejuicios, la hostilidad y la ignorancia hacia los negros. Hoy, en ese mismo país, esta práctica es considera racismo y es duramente criticada por las asociaciones pro derechos civiles. En Europa, el racismo no se limita solamente a las personas de color sino también a los inmigrantes. Más deformación si cabe es el racismo al revés, es decir, que un blanco quiera ser negro (Baltasar) aunque sea para interpretar un papel que no le corresponde. Es una humillación hacia una minoría racial. Chirría mucho saber que detrás de carrozas lujosas, caballos y camellos, paquetes cargados de regalos, hay también kilos y kilos de maquillaje detrás de una de las figuras principales. Cualquier niño puede darse cuenta de que le están estafando. Son cientos los niños y niñas que en Navarra conviven en sus aulas con chavales de color, que conocen a sus padres y madres. Más que un desfile histórico a estas alturas la Cabalgata de Pamplona empieza a parecer un paseo colonial. Va más allá de una falta de respeto. Significa invisibilizar a una colectivo. Y, en Navarra, con 85.000 inmigrantes llegados en los últimos 15 años, de Nigeria son 1.043; de Colombia, 2.273; de Senegal, 795. Hablar de África solo cuando hay guerras, hambrunas o el ébola, y apoyar iniciativas solidarias que signifiquen el envío de fondos a esos países o a las minorías más desfavorecidas de aquí (el Haba de Oro), pero seguir pensando que aquí son cuatro negros los que conviven en nuestra sociedad, es una forma perversa de solidaridad que, en el fondo, exhuma racismo.