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Ficción sin votos, pulsión electoral

demasiado de histriónico, en la acepción de circense, y nada de histórico, al carecer de toda virtualidad. En estos términos cabe definir el acuerdo entre Sánchez y Rivera, protagonistas en realidad de una fotografía preelectoral pues lo firmado es una filfa por su insuficiencia aritmética ante el rechazo del PP y de Podemos. Por comenzar por el teórico presidenciable, Sánchez acreditó con su mitin de ayer bajo la ficción de un discurso de investidura que lo que pretendía ahora no era tanto alcanzar la Moncloa como consolidarse como líder del PSOE, colocándose en el centro de la escena para que no se cuestione su candidatura en unos comicios repetidos y culpando a Podemos de la nueva llamada a las urnas. En cuanto a Rivera, también él estaba necesitado de protagonismo tras no conseguir un tercio de los escaños que le auguraban las encuestas, un foco que ha logrado visualizando su apuesta por la regeneración para marcar territorio respecto al PP. Esa foto propagandística que se regalaron Sánchez y Rivera resulta sin embargo un argumento electoral de primer orden para Podemos y el PP. En el caso de la sigla de Iglesias, porque puede enarbolar todavía con mayor vigor la bandera del reformismo progresista sin complejos, además de que el pacto del PSOE con Ciudadanos le libera de una negociación bilateral donde se hubieran abordado cesiones muy sensibles para sus confluencias. En lo que atañe al PP, el posicionamiento pro Sánchez de Rivera le permite apelar al sufragio útil que migró a Ciudadanos, nada menos que en una proporción de dos tercios. Ante tanto postureo estéril, todo apunta aún con mayor verosimilitud a una cita electoral en junio, salvo que las presiones de la Comisión Europea y del Ibex empujen al PP a incorporarse al pacto de PSOE y Ciudadanos. Pero no para que la derecha permita la entronización de Sánchez, sino al objeto de que Rajoy se retire y haga más posible que probable el aval socialista a una presidencia distinta de la fuerza más votada. Esa reflexión se suscitará en el PP tras la fallida intentona de Sánchez, quien, se ponga como se ponga para no irritar a los barones socialistas más jacobinos, sólo puede acceder a la Moncloa con el apoyo de Podemos, marca a la que el PSOE aventaja en 340.000 votos escasos. Que son prácticamente 600.000 sufragios menos agregando a los de la formación de Iglesias los que aporta IU. La calculadora, cual algodón, sí que no engaña. Ni esta semana, ni las que vengan después.