cunde el desasosiego en el PSOE por la pinza entre el PP y Unidos Podemos, que alimenta a estas dos siglas como contraperfiles en una contienda polarizada, cuando tal inquietud debiera obedecer al obvio desconcierto en el electorado socialista. Básicamente, por la ambigüedad de la cúpula del PSOE sobre con quién pactar desde la evidencia de que la suma con Ciudadanos no alcanza para gobernar, una indefinición que concita el voto exclusivo de los acérrimos por mucho que se pretenda el sufragio de centro -por naturaleza volátil- mientras Podemos e IU carcomen el tradicional nicho socialista. A esa indeterminación estratégica, dañina para las expectativas del PSOE aunque medien fichajes de fuste provenientes del felipismo y se articule un Gobierno en la sombra -como si con la fragmentación actual cupiera uno de izquierdas monocolor-, se añaden contradicciones palmarias que abonan la confusión. Más allá de que se pregone el objetivo perentorio de desalojar a Rajoy pero no se quiera contar con todos los que podrían procurarlo, por ejemplo el rechazo a una concurrencia al Senado con Podemos cuando la federación valenciana estaba a punto de cerrar esa operación y el PSC se convertía en sostén de Ada Colau en Barcelona o la insistencia en un modelo de Estado circunscrito a una apelación genérica al federalismo sin concretar cómo se engarzan los distintos sentimientos de pertenencia con la indisoluble unidad de España. La cruda realidad para el PSOE es que sin un programa conciso, coherente y sostenible, más una praxis congruente con ese ideario, resultará imposible su nítida recuperación electoral en un contexto de disgregación de voto, así que tratándose de un partido configurado para gobernar cualquier liderazgo quedará sometido a la perenne convulsión interna. Para empezar el de Sánchez, que si no mejora sus guarismos aun sin sorpasso de Unidos Podemos será historia la misma noche del 26-J, si bien el mayor riesgo para el PSOE radica en que derive en una marca influyente sólo en el Sur, sumida en una devaluación general al estilo de la padecida en Navarra, la CAV, Catalunya o Madrid.