lo primero, lo segundo y lo tercero que cabe remarcar como contextualización del debate a cuatro es que no podía resultar decisivo por acontecer en el primer lunes de campaña -demasiado lejos de la jornada electoral-, que no había lugar a la sorpresa por su encorsetamiento en el marco fijado por los partidos -los periodistas deberían decidir la escaleta y dirigir el encuentro sin cortapisas- y que, en consecuencia, difícilmente pudo asignar entre el 5 y el 10% del voto como se propala -cuando sobre un tercio de los electores se declara indeciso-. Sentadas tales premisas, el cuadrilátero se convirtió en una pugna por parejas, desde la obviedad de que el sufragio no se moverá entre los bloques derecha-izquierda, sino en el seno de ambos espacios. Esa dinámica favoreció sin duda los intereses de Rajoy, aferrado a los datos macroeconómicos de parte que receta con ese rictus de pasmo permanente que determina una desastrosa comunicación no verbal, ante un Rivera que pretendió con dudoso éxito derechizar su discurso -con interpelaciones concretas a un Iglesias consagrado a excitar las emociones de la audiencia-, pero sin mancillar su infructuoso acuerdo con Sánchez. Un evidente trato de no agresión que desde luego no benefició al candidato socialista, que perdió una magnífica oportunidad para clarificar su política de pactos con la izquierda alternativa. Hasta ratificar con su meliflua respuesta la convicción de todos esos electores progresistas que tienen para sí que el PSOE se abstendrá para apuntalar una presidencia conservadora si le rebasa Unidos Podemos, que ya pisa los talones al PP en estimación de voto directo, es decir, sin cocina. El corolario de este debate imprescindible en cualquier democracia, pero excesivamente rígido y tempranero, es que la cosmética en esta era de la política posada -que evita todo riesgo para satisfacer a la feligresía propia- se impuso a la dialéctica de contraposición de modelos compatible con el arbitrio de pactos cimentados en contenidos en aras al interés general, con la cohesión social como prioridad. La resultante es que nadie se acordará de este debate al depositar su voto.
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