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Coser heridas, zurcir un relato

el choque de legitimidades entre golpistas y okupas al que el PSOE redujo su lucha fratricida por un poder menguante se dilucidó con la lapidación de un secretario general elegido en primarias. La refriega la ganó Susana Díaz, que en su condición de regidora de la federación más potente ahora mece la cuna de una gestora que va a conducir al PSOE a la abstención culposa para que Rajoy siga morando la Moncloa sin que pese sobre la andaluza ese estigma cuando ya sin prisas ni intermediarios afronte la conquista de Ferraz. Muerto el perro -porque así se ha sentido Sánchez- se extendió la rabia entre la mayoría de los 5,5 millones de votantes de un PSOE que ha acreditado con crudeza su absoluta desideologización, pues de acuerdo con sus valores primigenios jamás debiera indultar a este PP cercado por la corrupción, además de netamente antisocial. Sólo desde esa terrible premisa se comprende que el PSOE carezca de una política de pactos nítida, indefinición de la que también ha sido pasto el propio Sánchez, que fruto de sus pobres guarismos en las urnas comenzó vinculándose a Ciudadanos y acabó por intentar seducir al soberanismo catalán. Un debate abierto en canal a partir de la evidencia descarnada para el PSOE de que ante la fragmentación de la izquierda no sólo no recobrará aquella condición de fuerza más votada, sino que tras el aval a Rajoy las pasará literalmente moradas para resistir el eventual sorpasso de Podemos. Por añadidura, el PSOE tiene pendiente la definición de un modelo territorial más allá de la genérica apelación al Estado federal. Hasta el punto de que sus dificultades para entender los hechos diferenciales pueden perfectamente constreñirlo como partido sureño, hegemónico en Andalucía y Extremadura pero con meras sucursales entre Madrid y los Pirineos. Todo ello con el aderezo de un electorado envejecido, prácticamente vegetativo y con una parva tasa de reposición. Así que el PSOE necesita coser heridas tanto como zurcir las diferentes sensibilidades para hilvanar un proyecto coherente y de amplio espectro sobre la base de un relato aprehensible para afiliados y cuadros, para actuales y antiguos votantes. Y, si resultara inteligible para la ciudadanía en su conjunto, ya sería el summun.