Estado de esta Comunidad
si no existiera esta Comunidad no cabría discutir sobre ella. Disculpen la obviedad, pero es que abundaron los vocingleros del apocalipsis que auguraron el estrépito de una Navarra que sin embargo sigue donde estaba. Tautologías al margen, el inminente Debate sobre el estado de la Comunidad examina por primera vez al Gobierno de Barkos, al que se le pueden achacar errores de precipitación en determinadas decisiones y a la hora de comunicar sin la solidez debida alguna reforma necesitada de mayor pedagogía, además de ciertos problemas de empaste entre las siglas que lo sustentan. Aunque el Ejecutivo del cambio también puede presentar un balance aseado con sólo un año de singladura desde la premisa del rigor financiero, acreditado con el cierre del ejercicio en curso por debajo del límite de endeudamiento del 18% del PIB que impone el mismo Estado que cobra a Navarra al menos cien millones al año de más en virtud del Convenio Económico cuando tiene pendientes de devolución 45 millones del TAV. Una trayectoria que además se caracteriza por el cumplimiento del compromiso del cuatripartito con una Navarra más equitativa, apuesta materializada en unos Presupuestos con el mayor porcentaje de inversión dedicado a gasto social para por ejemplo unas renta garantizada y atención a la dependencia más proteccionistas, con la asignación de más de mil millones anuales a Sanidad con el objetivo prioritario de seguir aminorando las listas de espera o con significativas alzas de lo consignado a la promoción del empleo y a la innovación empresarial, a lo que agregar la mejora de la financiación de la UPNA un lustro después. Cuestiones exigibles a un Gabinete que se proclamó transformador y que debe huir de toda autocomplacencia para ganar en credibilidad y en solvencia, sin olvidar que su fundamento resulta la síntesis de la pluralidad navarra y que el arraigo del cambio depende de su capacidad de propuesta y de ejecución sin dejarse enredar en polémicas artificiosas y por tanto estériles. Porque del pasado propio y ajeno no se vive en política, aunque este Gobierno neófito tan hostigado por el navarrerismo irredento en su derecho está de replicar a las invectivas de UPN con el fundado recordatorio de que en 2015 le legó una deuda de 3.322 millones -desde los 645 millones de 2007- para un coste en intereses de cerca de cien millones al año, más la losa añadida de otros casi 90 millones por los gravosos peajes en la sombra.