ya tiene poltrona y equipo gubernamental a su medida, aunque Rajoy no va a aflojar ni un ápice como libérrimo administrador de esa propiedad llamada España. De hecho, ya en su turbadora investidura le espetó a la bancada socialista que carecía de todo sentido posibilitar la constitución de un Ejecutivo si no se le permitía disponer de la herramienta contable con la que ordenar y aplicar sus políticas. Las suyas en sentido estricto y las que le vienen impuestas, pero no por las siglas que le regalaron al PP el usufructo de la Moncloa, sino más bien por esa superioridad comunitaria que todo lo visa desde Bruselas. Así que una vez que el patente chantaje inicial al PSOE le reportó el pingüe beneficio de la presidencia, Rajoy ha activado el segundo acto de la extorsión, consistente en amagar con el adelanto electoral en mayo si la gestora socialista no le aprueba unos Presupuestos con los que consolidar las leyes emanadas de su pretérita mayoría absoluta y además perpetrar los recortes decretados por la Comisión Europea, 5.500 millones adicionales para empezar. Tal amenaza se presume exitosa a poco que se eleve el tono tanto a la deslumbrante luz de la demoscopia, pues las encuestas cuantifican el descalabro del PSOE en la pérdida de la mitad de sus votantes, como de los plazos que maneja Susana Díaz para hacerse con el timón de Ferraz, mejor cuanto más cerca del verano. Dos circunstancias terminantes dada la endeblez de este PSOE fracturado y huérfano de un liderazgo oficial, aun cuando el anticipo electoral también conllevaría sus riesgos para Rajoy, como por ejemplo que, en la hipótesis de depender en exclusiva de Ciudadanos, Rivera pudiera exigir su cabeza al PP para ganar cuota de poder y de protagonismo. Una eventualidad que, llegado el caso, podría frustrar la planificación del presidente múltiple para su sucesión orgánica, naturalmente digital como acostumbra la derecha patria. Por de pronto y figuradamente, la guillotina luce brillante desafiando los pescuezos de los diputados socialistas, a los que Rajoy pone en la tesitura de escoger entre los Presupuestos que les recete o sus propios escaños, finiquitados de extinguirse de forma precipitada la legislatura. Disyuntiva entre la conciencia y el butacón sólo teórica, como absolutamente todo el mundo sabe ya.
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