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No al fascismo (social)

Las ironías del calendario quisieron que en el mismo día que salían, con más pena que gloria, los restos del golpista Sanjurjo de Los Caídos se conocía que el socialista Gregorio Angulo era uno de los cuerpos encontrados recientemente en una fosa de Ibero. Cemento oficial frente a tierra popular. Y la ruleta rusa de las fechas también ha hecho que justo hoy tenga lugar una manifestación Por la libertad y la democracia. Contra el fascismo que terminará ante el mausoleo de Iruña. La marcha puede servir para cerrar una etapa en la calle de un profundo y extenso movimiento social memorialista en favor de la reparación y la justicia al que las nuevas instituciones han sabido dar cabida, oficializar y dignificar. Todo un hito en el camino. Una foto emblemática a la que le resta aún el colofón de la demolición física o semántica de un edificio que en ningún país civilizado existiría. Por eso sólo ya está justificada esta manifestación, por encima de que hayan aparecido pintadas y pegatinas con tintes fascistas que suenan un poco a vintage franquista. Pero hay que tener claro que el peligro actual no viene de reencarnaciones de dictadores como Franco, Hitler o Mussolini por mucho que nos asusten las figuras de Trump o Le Pen, sino de lo que algunos expertos han dado en llamar el fascismo social. Es un fantasma que recorre Europa y el mundo de manera más anónima y silenciosa, mandando al fondo del mar a miles de refugiados, condenando a morir de hambre a millones de personas y arrojando al basurero humano de los nuevos parias de la tierra a cualquiera que -por diferentes razones (género, etnia, origen, edad, discapacidad, enfermedad...)- se quede fuera de un sistema competitivo e inhumano en el que el dinero está por encima de las personas y la política, por debajo de la economía. Mejor dicho, de la economía financiera especulativa en lugar de productiva. Por ello hay que decir también “¡Alto al fascismo social!” y sobre todo impulsar un modelo alternativo y real. Bien vestido para competir con las mismas armas en este nuevo mundo global simplista, pero con un discurso de fondo que suponga algo más que soltar la espita de indignación en redes sociales y plazas. No hay que repetir errores ni mirar al pasado, pero es cierto que desde que cayó el comunismo nadie ha tuteado al capitalismo.Y así nos va.