casi todo amante de la montaña sabe que para ascender una buena cumbre del Pirineo navarro tiene que calcular unas seis horas de caminata: tres de subida y otras tantas, o algo menos, de bajada. Unos 360 minutos. Desde hace unos días, un grupo de asociaciones agrupadas bajo el nombre Vivir y trabajar en el Pirineo. Pirinioan lan eta bizi y Bizirik gaude piden a los políticos navarros mucho menos tiempo de dedicación a esta zona; les piden que en cada ley que aprueben en el Parlamento dediquen 5 minutos a pensar los efectos que esa norma tendrá sobre el Pirineo Oriental y sus gentes. Disfrutar de las vistas desde la Mesa de los Tres Reyes, Atxerito o Lakartxela no tiene precio. Una tarde de otoño en la selva del Irati tampoco. Qué decir de un chapuzón en el Salazar a su paso por Arbayún o en el Esca en la presa de Burgi o en las frías aguas de la cascada de Belabarce... Pero en realidad sí lo tiene, sólo que la factura la pagan un puñado de habitantes navarros que sostienen este ecosistema social y natural único con una apuesta decidida y sacrificada de vivir y trabajar en el Pirineo. Los autores de esta iniciativa, ya en marcha en Change.org, dedican parte de la argumentación a concretar y definir de qué hablamos cuando hablamos de “Pirineo Oriental”. Porque la estadística o la planificación desde la capital lo aguanta todo, pero no es lo mismo vivir a 30 minutos de coche de Iruña que a una hora larga por sinuosas carreteras de sube y baja. Tampoco es igual ir a urgencias en villavesa o taxi que tener que hacerlo en un helicóptero o una ambulancia medicalizada que parece no llegar nunca cuando espera un familiar enfermo o herido. O txikis que son felices en campas y orillas de ríos, pero que lo tienen muy difícil para pisar una sala de cine o disfrutar de una obra de teatro para ellos. El Pirineo lo marcan los parámetros de nieve, cumbres y valles angostos. Por eso esta iniciativa pone el foco en los valles de Roncal, Salazar, Aezkoa, Erro, Orreaga, Burguete, Luzaide, Orotz Betelu y Almiradío de Navascués. Esos sitios de los que resulta complicado ir y venir en el día a trabajar a una fabrica u oficina y en los que ya a las cinco de la tarde por estas fechas se mete el sol. Y con suerte de que no falle la luz, como ayer en Roncal, y el frío sea todavía más intenso. Ese es el Pirineo, el nuestro, el que clama por una discriminación positiva para poder seguir siendo un lugar para vivir en igualdad de derechos y en el que quien quiera venga a esquiar, subir montes o hacerse fotografías. Cinco minutos nada más y algunas cosas pueden empezar a cambiar.