Una de las virtudes de este sistema de competición en el torneo de Copa es el acercar el fútbol profesional a su origen. Premiar el trabajo altruista de futbolistas, directivos y aficionados con la visita de un equipo grande. Digo grande y no histórico por que muchos de esos clubes de barrio, pequeñas ciudades y pueblos ya tienen más de cien años de vida y eso habla de un arraigo muy fuerte de este deporte. Esta primera eliminatoria es para ellos un premio y una oportunidad; para el equipo poderoso es un doble riesgo: se expone al ridículo de una eliminación o a un accidente físico en forma de lesión.
A Osasuna le tocó bajar al barro (es un decir): campo de hierba artificial y un rival honesto en las formas pero combativo hasta el final pese a la goleada. Si los rojillos afrontaron el compromiso con la máxima seriedad, para cada futbolista del Sant Jordi era quizá la única oportunidad de mostrarse al universo del fútbol. No hay nada que reprochar, aunque la combatividad de unos y otros lo acabara pagando caro Osasuna con la lesión de Iker Benito (sus lágrimas hacen temer lo peor en la rodilla derecha) y el susto de Mauro Echegoyen, faro y guía del juego del Promesas y que crece partido a partido. A Braulio Vázquez le persiguen las meigas: confesó que se quedó corto en el diseño de la plantilla y si no quieres taza, taza y media. A expensas del examen médico a Iker Benito, si se confirmara la gravedad y la baja fuera larga en meses, la dirección deportiva quizá tendría que salir hoy mismo al mercado en busca de un mirlo blanco.
Todo tiene una explicación. Los futbolistas se quejan de un calendario que no da respiro pero firman contratos con los que pueden sostener a tres generaciones de su familia. La industria del fútbol se ha ido alejando de su entorno más próximo; ahora el negocio pone los ojos y los partidos domésticos en destinos como Miami, Marruecos o Doha. Todo vale para hacer caja y pagar nóminas desorbitadas. Pese a incidencias tan desagradables como las que sufrió Osasuna –que ya se presentó en Mallorca sin los lesionados Aimar. Rosier y Becker–, la Copa debe mantener abierta esa ventana a la ilusión. Antes era frecuente que el equipo que abandera el fútbol en Navarra aceptara invitaciones para jugar contra los conjuntos representativos de Burlada, Tafalla, Estella, Puente la Reina y otras localidades. Los aficionados y los jugadores locales sentían muy cercanos a esos futbolistas de carne y hueso que se habían batido el cobre en el Bernabéu o el Camp Nou y a los que animaban en El Sadar, consiguiendo un sentimiento que era al mismo tiempo de agradecimiento y emoción.
Esta estrategia de la Federación con la Copa, sin embargo, no contempla posible nuevos pasos que vienen dando que hablar. Me refiero a la implantación de un sistema de eliminatorias de todos contra todos, sin beneficiar en la localía al equipo más modesto, y, por otro lado, a permitir que los clubes de Tercera división o de categoría regional puedan jugar en el campo que usan habitualmente.
Las dos me parecen ahora mismo muy complicadas de llevar a cabo. El Sant Jordi mostró a través de un comunicado su malestar porque la Federación no autorizó la disputa del partido con Osasuna en su feudo habitual. Otros equipos han expuesto anteriormente una queja semejante. La exigencia a nivel de instalaciones, césped e iluminación obligan en la mayoría de los casos a trasladar el escenario a un recinto extraño con lo que el enfrentamiento y el torneo pierden gran parte de la mística que se persigue. Por fortuna, siempre surge un sorpresón que avala el actual formato.
Osasuna hizo su servicio a la comunidad futbolística de esta temporada, pero también arriesgó a sus futbolistas. Y en este punto de lo inevitable, me atrevo a sugerir un tercer paso que viene al hilo de lo que ha pasado: como los equipos filiales no pueden participar, habría que abrir el abanico para poder alinear, sin restricciones de edad o de contrato, a jugadores del B o del juvenil, y que cada equipo elija hasta donde quiere arriesgar en la alineación para preservar a los profesionales. Ahí lo dejo.
El Sant Jordi se siente engañado
El presidente del Sant Jordi, Jaume Gelabert, desveló que el argumento para no jugar en su campo habitual era “que no podía entrar al recinto el camión de Movistar”. Y, sin embargo, ayer se encontró que la plataforma que ofrece los partidos había enviado una furgoneta para hacer esas funciones. Su enfado era mayúsculo: "¡En el campo caben 25 furgonetas como esa!".