No habrá un edificio que me fascine más que Matadero Madrid, antigua nave industrial para sacrificio y mercado de ganados hasta que fue abandonado en 1986. Era feo de ganas y disperso en multitud de edificaciones, sin ningún valor arquitectónico. Desde 2006 es una fábrica de creación en la que tienen cabida todas las expresiones artísticas. El Azkuna Zentroa de Bilbao es un antiguo almacén de vinos reconvertido en espacios expositivo, Tabakalera de Donosti es un centro de cultura contemporánea, el espacio escénico Hirosima en Barcelona fue una antigua fábrica de ascensores. En Nueva York, la antigua vía férrea de los años treinta fue reconstruida como un parque urbano elevado. Pamplona, como otras tantas ciudades, se va construyendo a lo largo de su historia añadiendo capa sobre capa, construyendo sobre lo constuido, destruyendo, modificando o reedificando... Como recuerdan los arquitectos, las catedrales también están edificadas sobre templos romanos o árabes. El monumento franquista a los Caídos no me gusta, por no decir que de pequeña hasta me daba pavor. Triste, siniestro, frío, todo cemento...

Y me viene a la cabeza la imagen de la espectacular cúpula de vidrio del Reichstag en Berlin que diseñó Norman Foster sobre un edificio de estilo neorrenacentista. El nuevo huevo de luz quiso simbolizar la reunificación alemana... Es una idea. En Alemania se pueden visitar hasta los campos de concentración de la época nazi. Es sano el debate abierto para la recuperación de esa memoria histórica que desconoce buena parte de la ciudadanía y que han propuesto los promotores del colectivo ZER. Un debate que va más allá de lo tiro o no lo tiro. “La guerra de la memoria”, decía Arzoz. Evitar que gane la desmemoria para no trivializar la historia tal y como algunos pretenden. Y cómo olvidar el que fue hasta ayer la tumba-homenaje del general Mola. Cómo olvidar sus métodos de represión hasta el punto de ser acusado de crímenes de lesa humanidad, sobre todo en Navarra. Ello no quita para que esa memoria se pueda preservar a futuro en éste o en otros espacios como podría ser el fuerte San Cristobal y crear un museo memorialista que a su vez requiere de un gran consenso y apoyo social para evitar que el relato de la historia se manipule. Hablando de bolas de demolición, más interesante hubiera sido derribar el edificio de la vieja Audiencia (Parlamento) y abrir la ciudad a las murallas... También algún día el muro que levante Trump en la frontera con México será como un gran lienzo pintado sobre la pared del horror como lo que fue en Berlín, la ciudad dividida tras la guerra. Dividida por el odio. Porque el odio destruye.