No alcanzo a entender el sentido de ese alegato del abogado Martínez Becerra cuando en la defensa de sus representados -tres acusados de violación- pone el énfasis en su condición de “buenos hijos”. No sé hasta que punto puede influir en un tribunal a la hora de determinar la verosimilitud del delito o sus posibles atenuantes, el que la persona sometida a juicio sea un buen padre, un buen cristiano o un buen amigo de sus amigos. El ser bueno con alguien o en algo no excluye que puedas ser un cabronazo con otras personas o en otras facetas de tu vida. Quiero decir que el argumento de “buen hijo” es insustancial cuando has agredido a alguien; es más, me parece hasta una referencia peligrosa y a tomar en cuenta si tiramos de hemeroteca. Y enumero a continuación algunos casos:

- Omar Marteen, que disparó y mató a 49 homosexuales en un club de Orlando (EEUU) “era un buen hijo, una persona educada que siempre respetaba a sus padres”, declaró su progenitor.

- Pedro Vargas, que incendió su casa y asesinó a seis personas a tiros en Miami “era un buen hijo que llevaba todos los días a su madre a sus citas en el médico”, dijo un residente que salió con vida del edificio .

- Peter Sutcliffe, conocido como el destripador de Yorkshire “se comportó siempre como un buen hijo y un marido atento”, lo que no le impidió acabar con la vida de varias mujeres.

- Stephen Paddock, autor de la reciente matanza en Las Vegas, pasaba también por su “buen hijo y apostador”, aportaba un allegado.

- Saifedin Rizgui, yihadista que mató a 38 personas en un hotel de Túnez, no hizo mudar de opinión a su padre: “Mi hijo no ha cambiado, mi hijo es un buen hijo”, sostenía tras la masacre.

- Dylan Klebold, uno de los dos muchachos que mataron a trece personas en la escuela de Secundaria de Columbine, era definido así por su madre veinte años después del suceso: “No era un monstruo, era un ser humano”.

Salvando las distancias y sin ánimo de establecer paralelismos, defender la inocencia de alguien por su amor o su arraigo familiar o, al contrario, ponerlo bajo sospecha por ser mal hijo, no da el retrato completo de una personalidad. Tampoco de la de un presunto violador.