Arena a doblón
hace ocho años se puso la primera piedra y la losa de 60 millones de euros largos ahí queda para los anales de la megalomanía política. Un monumento al despilfarro, pues con cubrir la plaza de toros mediante el preceptivo convenio con la Casa de Misericordia -propietaria del coso pamplonés- hubiera sido suficiente habida cuenta de los usos deportivos y culturales de una ciudad de apenas 200.000 habitantes, poco más del triple agregando al cálculo el resto de Navarra. Construido el mamotreto para un aforo de 11.800 personas, el Gobierno heredero del disparate ha optado por intentar rentabilizarlo en lugar de demolerlo ante la evidencia de que sólo en mantenimiento y vigilancia cuesta 250.000 euros al año. Desde la premisa de que el balonmano y el fútbol sala no llegan a los 3.000 espectadores por partido aun disputando las ligas superiores bien en el Anaitasuna o en otros pabellones menores, y ante la certeza de que Navarra nunca contará con un equipo en la ACB de baloncesto por lo gravoso de los avales para participar, la pelota a mano se antoja la única especialidad local con gancho que programar en el Navarra Arena y en exclusiva para una de sus tres finales. Claro que para acceder a esos eventos debe seducirse a sus promotores con guita de cobro seguro, igual que si se aspira a fases finales de cualquier deporte indoor o a partidos amistosos de selecciones, ya que otras ciudades pugnan por esos acontecimientos, lo que aporta una dificultad añadida a la leonina cuenta de explotación del mastodóntico complejo. Lo mismo vale para los espectáculos culturales a cubierto de un fuste superior a las prestaciones de Baluarte, Gayarre o el referido Anaitasuna, con la circunstancia agravante de que en este entorno norteño ya están operativos espacios de acreditada solvencia técnica, por ejemplo en Bilbao, San Sebastián o Zaragoza, capitales todas con mayor masa crítica. Consumado el dispendio, a los gestores de este Navarra Arena a doblón les corresponde efectuar un derroche de imaginación para contener los gastos y multiplicar los ingresos. Mientras quienes perpetraron el entuerto miran desde la grada y algún día, cuando las urnas les sean propicias, desde el mismísimo palco bajo la bandera de la Navarra esquilmada.