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Conectamos con la casquería

Debate en casa -más sosegado de lo habitual, porque nadie pisa en él terreno seguro-: ¿por qué en un país en el que se producen tantas desapariciones la gran mayoría pasa inadvertida y de unas pocas, como la de Diana Quer o la de Marta del Castillo, se habla tanto? Se supone que como periodista debería saberlo, pero no tengo ni idea, entre otras cosas porque cuando comienzan en la tele a recrearse con algún suceso grito “¡Casquería!” y cambio de canal.

Vamos enumerando posibilidades -que si los padres de Diana son ricos, que si era joven, que si era guapa y eso cautivó a los espectadores-, pero no acaban de convencernos, porque otras veces se da cancha a desapariciones en circunstancias contrarias.

En España se denuncian unas 20.000 desapariciones al año, de las que se resuelven unas 19.500. Que son muchas, pero que suponen que, según cifras del Ministerio del Interior, haya más de 4.000 personas desaparecidas, de las que a más de 3.600 se les busca desde 2010. Y tantas personas nos hacen volver al debate inicial: ¿por qué, entonces, se habla solo de unas pocas?

Aventuro una (discutible) explicación: en esos casos relevantes para los medios siempre hay varios detalles que los hacen diferentes. Para empezar, ser especialmente vulnerable -qué pocas veces un hombre mayor de edad suscita atención de los medios-; y existir indicios de asesinato o una intriga especial, o un misterio llamativo; y, sobre todo, tener ese morbo en el que le encanta revolcarse a unos cuantos programas de televisión, por mor de la Diosa Audiencia.

La cobertura del caso Diana Quer en determinadas teles ha sido (y sigue siendo, que hay que exprimirlo al máximo) tan exagerado, tan excesivo y tan sensacionalista que dicen que mi profesión vuelve a salir malparada, pero antes de matar al mensajero hay que recordar que si alguien ofrece ese producto es porque alguien lo consume, alguien que cuando conectan con la casquería no cambia de canal sino que sube el volumen.