El PP ha dejado de hacer política. Su renuncia es una contradicción in terminis, un ataque a su propia razón de ser, pero está claro que nos encontramos ante una decisión adoptada por su cúpula, más allá de que sea un sinsentido que un partido político no haga política. Pero ahora no le interesa. Prefiere vivir instalado en la bronca permanente. Cree que este despropósito le allanará el camino hacia Moncloa y nada indica que vaya a modificar su guion.

Hasta hace muy poco, a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido una estrategia similar en la legítima carrera hacia el Gobierno. Pero los valores que primaron en el ejercicio de la política han cambiado. Aquí y en el resto del mundo. No hay más que otear qué ocurre en buena parte de occidente, donde personajes de baja calaña y sin escrúpulos (Trump, Milei, Meloni, Orbán,...) son premiados en las urnas. Con ese espejo al que mirarse, el PP está convencido de que hacer el cafre tendrá su recompensa más pronto que tarde.

Ejemplo palmario del desinterés de los liderados por Feijóo por dedicarse a la política es todo lo que ha rodeado esta semana a la convocatoria de la Conferencia de Presidentes. ¿Para qué sentarse en una mesa a tratar de resolver algunos de los problemas de la ciudadanía si es más rentable boicotear las instituciones? ¿Qué da más titulares en los medios de comunicación? ¿Negociar las propuestas sobre vivienda que ha planteado Pedro Sánchez o levantarse de la mesa, como hizo Díaz Ayuso, porque el lehendakari Pradales utilizó una de las lenguas oficiales del Estado?

Ya sabemos que la presidenta de la Comunidad de Madrid va por libre, pero su calculada escenificación y esa forma de echarse al monte de forma permanente encajan con la actitud de acoso y derribo del PP, que ha utilizado la Conferencia de Presidentes para promocionar su manifestación de este domingo contra el presidente, que ha convocado a la ciudadanía con el lema “mafia o democracia”. Un eslogan que es otro desvarío. La RAE define por mafia “cualquier organización clandestina de criminales”. Y nadie cree, incluidos los votantes del PP, que el Gobierno de Sánchez se ajuste a esta definición.