Lo que más me fascina de las nuevas mareas humanas, ya sea la jornada feminista del 8 de marzo a favor de la igualdad o la de este sábado por “una suficiencia económica” para los pensionistas, son dos cosas: que son convocadas por diferentes movimientos sociales que no excluyen a nadie ni desean la tutela de nadie. Osea, los partidos y sindicatos no pintan nada. Y, por otro lado, aúnan seguramente por primera vez a diferentes generaciones. Estos movimientos ciudadanos que casi sin quererlo ponen en jaque al Gobierno de la Nación y al propio sistema heteropatriarcal pretende visiblizar injusticias arraigadas y asumidas. En Madrid fueron los Yayoflautas los que empezaron a concentrarse en 2012 cada lunes en la Puerta del Sol en una acción que pasó a denominarse Los Lunes al Sol, que fue extendiendo en otras ciudades, y que unida a La Marea Pensiones iniciada en 2015 en BCN y otros movimientos sociales, fueron el germen de la Coordinadora Estatal en Defensa del Sistema Público de Pensiones que reivindican, entre otras cosas, jubilaciones anticipadas sin penalizar tras 40 años cotizados, revalorización conforme al IPC y pensiones mínimas de 1.080 euros. Una cantidad muy alejada de la que cobran en la actualidad dos colectivos más agraviados: los que cotizaron por el régimen agrario y las mujeres. Los primeros porque su paga no llega a los 700 euros. En el colectivo femenino- más de 2,2 millones sin contar a las viudas perciben 797,5 euros de media frente a lo 1.247 de los 3,7 millones de hombres debido a las menores cotizaciones sociales. Pero hay incluso un tercer grupo que se nos olvida y son todas aquellas mujeres -madres o abuelas- que han trabajado toda su vida en casa. “Luchamos por nuestros hijos y por nuestras nietas” se podía leer en alguno de los eslóganes de las multitudinarias marchas celebradas anteayer en diferentes ciudades. Mujeres como Rosario que asumieron el rol de cuidadoras de hijos, marido, y de hermanos... y que sacaron adelante la familia sin recibir ninguna ayuda. Muchas de ellas trabajaron además en el campo, en pueblos donde los recursos eran limitados. Zonas rurales donde la hacienda o el caserío apenas daba para pagar la Seguridad Social del esposo. Por todos y todas de justicia eran los gritos del sábado: Corruptos, ladrones, nos roban las pensiones.
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