Kate Millet, autora clave del feminismo, decía que el amor es el opio de las mujeres. “Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban”, decía. La cultura de la violencia sexual tiene mucho que ver con esta idea y está tan normalizada en nuestra sociedad que ni siquiera nos damos cuenta. Un tipo de violencia, como tantas otras que ejercen control y dominio sobre la mujer en una sociedad heteropatriarcal, que se nos escapa sin duda porque estamos educadas para valer en función de cuánto te quieren los demás, no de cuánto nos queremos a nosotras mismas. También en el sexo. Y la propia sociedad te empuja a denunciar agresiones pero a la hora de la verdad te deja desprotegida, cuando no te culpa de lo ocurrido. El hombre jamás maltrata porque sí, reacciona ante la provocación de una mujer. Los hombres son así, no pueden reprimir su deseo... Y si acusan a hombres famosos de haber forzado a una mujer, como ha ocurrido en Estados Unidos, es por dinero o para arruinar sus carreras. Si una mujer denuncia a la expareja es por despecho... Y luego está la mujer frígida-amargada o zorra-promiscua, en función del orgullo herido del hombre. Son los clichés que siguen funcionando. Aunque seguramente uno de los mitos-mentiras más extendido es que ejercer la violencia es un estímulo sexual, es decir, que nos gusta a las mujeres. No hay más que ver las películas porno donde supuestamente esa violencia (asocien en Google violencia y porno) provoca el disfrute de la mujer y donde, en realidad, la mujer es forzada por sistema. Pura ficción. Todo ésto, y lo saben, viene a cuenta de la sentencia de La Manada.Visionar el habitáculo donde se cometió la violación múltiple e imaginar a 5 hombres contra una mujer “agazapada, acorralada contra la pared y gritando” (recoge la sentencia), lo dice todo. Por contra, la carta que mandó un agresor a la víctima diciéndole que en sus manos estaba acabar con el “sufrimiento inmerecido de cinco familias”, explica todo lo demás. La víctima pasaba a ser agresora. Su cuerpo atravesó el límite (once penetraciones) pero la mente, paralizada, fue capaz de escapar para sufrir el menor daño posible. Imperdonable. El vídeo que pretendía ser ejemplarizante de aquella gesta machista para otras manadas jugó en contra de la chica. 22 años pedía la Fiscalía por violación: recurrirá la sentencia. No es la justicia, no es la ley que Ahora quieren cambiar, es la mentalidad lo que falla. Porque seguramente si empezamos a llamar a las violaciones por su nombre muchos hombres tendrían que reconocer que han podido contribuir a situaciones parecidas. Y eso incomoda.