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Lógica contra el bucle catalán

hablemos otra vez de Catalunya, qué remedio, pues el conflicto sigue necrosado pese al deshielo inicial por las reuniones sectoriales entre delegaciones de los gobiernos de Sánchez y de Torra. El bloqueo se halla íntimamente ligado a la judicialización perpetrada desde el PP en el instante en que recurrió artículos del Estatut operativos en Aragón o Andalucía y que culminó con el procesamiento de 25 políticos independentistas -la mayoría encarcelados o huídos-, acusados de una rebelión sustentada en una violencia institucional inexistente. Como lo acreditan los varapalos judiciales en Europa para desprestigio del Reino de España y una mayor internacionalización de la causa soberanista tras el referéndum del 1-0 de 2017, saldado a porrazos y con cientos de personas investigadas por apoyarlo en su ilicitud. Tal emponzoñamiento ha redundado en un encono social creciente alentado tanto por la radicalidad republicana residenciada en los CDR, pasto de la frustración ante la falta de avances para la autodeterminación que se les prometieron, como desde la trinchera de la derecha unificada con su doble pretensión de vetar específicamente los eventuales indultos gubernamentales para condenados por rebelión o sedición y de ilegalizar siglas soberanistas. Todo sea para cavar más zanjas, para embarrar más el campo de las batallas particulares, justo en sentido contrario a lo que dicta la lógica si se entiende la política como la forma democrática de resolver problemas, también de índole identitaria. Una consulta pactada constituye la única solución realista, por legal y también por el respaldo de tres cuartas partes de la ciudadanía catalana, al margen del sentido del voto. Se trata de encauzar el conflicto político con un debate de ideas, contrastando datos y propuestas en igualdad de condiciones, mediante un procedimiento tasado que en su caso incluya cláusulas de mayorías reforzadas y plazos de vigencia del resultado. No ocurrirá esta legislatura, por ultimátums que lance Torra, ante la fragilidad del PSOE frente al camorrismo del dueto PP-Ciudadanos. Pero sí tal vez en la siguiente, si tras las próximas elecciones Sánchez reeditase presidencia con mejores números, necesariamente a través de una alianza plural. Por eso cita a Quebec, provocando sarpullidos en los rostros más reconocibles del férreo jacobinismo que anida en el socialismo céntrico y sureño.