Resulta increíble en pleno siglo XXI con la tecnología, la Inteligencia Artificial y los algoritmos en las redes sociales, que medio mundo esté pendiente de una señal de humo en una chimenea. Pero así es. Como si el tiempo no hubiera pasado. No se puede negar que la Iglesia siempre ha sido experta en todo lo que tiene que ver con la comunicación y la escenificación. Cuando parecía una institución enterrada por la historia y los nuevos tiempos, en plena crisis de la ONU como referente internacional, distintas circunstancias han vuelto a colocar a Roma en el centro del mundo y recuperar así su estatus de institución universal. Tanto por su composición como por su proyección. Primero el funeral del Papa Francisco, que se convirtió en una improvisada cumbre geopolítica con los mandatarios reuniéndose por las esquinas del Vaticano para decidir cosas tan importantes como el futuro de Ucrania o la guerra arancelaria. Ahora, el cónclave en el que se ha elegido al sucesor ha vuelto a centrar las miradas mediáticas y políticas de medio planeta. Resultaba inquietante saber si el nombre del nuevo papa se iba a filtrar por el Whats App de algún cardenal que hubiera escondido su móvil debajo de su ropaje o si el Vaticano lo iba a comunicar por sus redes sociales, algo difícil teniendo en cuenta que el Vaticano desactiva la señal de los teléfonos móviles durante el cónclave. Pero No. De nuevo fue la fumata blanca la que dio la noticia al mundo de que ya había una nueva figura al frente de esta Iglesia 2.0 con costumbres y escenografía ancestral, el nuevo Papa, el cardenal Robert Francis Prevost que se llamará León XIV. Y solo su aparición en el balcón de la Plaza de San Pedro desveló el misterio. Una imagen para la historia. La Iglesia mantiene intacto así el ritual del secreto para elegir al sucesor de Francisco y consigue que ante la necesidad del mundo de saberlo todo cuanto antes, se imponga la espera y la confidencialidad y la no difusión de nada que pudiera distorsionar ese ritual. Es sorprendente cuando menos. Pero lo importante será, al margen del protocolo que rodea al cónclave, que dado como está el mundo la elección no se quede en humo y el nuevo Papa León XIV, el primer estadounidense y primer agustino, muy vinculado a Latinoamérica, sea capaz de aportar paz y avanzar desde este actor internacional que hoy por hoy, sigue teniendo un peso importante en un tablero mundial cada vez más revuelto. “Habemus Papam”.
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