A las 18.08 horas el humo blanco subió sin apuro, como si le costara creérselo. Y Roma, que llevaba días contenida entre cábalas y sospechas, exhaló al fin. El cielo estaba soleado y las campanas de San Pedro comenzaron a sonar con la alegría tímida de las cosas que todavía no tienen nombre. Nadie lo esperaba, pero el nuevo Papa se llama Robert Francis Prevost, convertido ya en Papa León XIV. Y no, no venía en los primeros puestos de las quinielas para ser el 267 pontífice de la historia de la Iglesia Católica y el sucesor del querido Francisco.
“Annuntio vobis gaudium magnum…”, proclamó el cardenal protodiácono Dominique Mamberti con voz temblorosa, y un murmullo se convirtió en sorpresa: “Dominum Leonem Sanctae Romanae Ecclesiae Papam decimum quartum”.
León XIV es el nombre elegido por el cardenal Robert Francis Prevost, norteamericano, 69 años, agustiniano, biblista, hombre de oración más que de púlpito, más conocido por su silencio en los sínodos que por sus discursos en las cámaras. Pero tal vez por eso mismo, y porque la Iglesia andaba necesitada de una pausa, de una figura de puente, su elección se impuso en la cuarta votación.
La Plaza de San Pedro lo recibió a las 19.22 horas con esa mezcla de ternura y extrañeza que solo Roma sabe administrar. Cuando apareció en el balcón se detuvo unos segundos en silencio, mirando a la multitud como quien saluda no con las manos, sino con el alma.
“Hermanos y hermanas, que la paz esté con todos vosotros”
León XIV compareció en el balcón de San Pedro con el hábito largo, la sobrepelliz, la muceta y la estola dorada, así como el cordón y la cruz, en una escena que recordaba a la comparecencia de Benedicto XVI en 2005, muy diferente a la que protagonizó Francisco en 2013 vestido solo con la sotana blanca y un sencillo crucifijo de plata.
Con voz grave dijo: “Hermanos y hermanas, que la paz esté con todos vosotros”. Sus primeras palabras no fueron un programa, sino una intención. Fue un discurso escrito, a diferencia de sus predecesores. “Queridas hermanas y hermanos. Este es el primer saludo de Cristo resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en vuestros corazones y llegase a sus familias a todas las personas en todas partes a todos los pueblos a toda la tierra, La paz sea con ustedes”, comenzó su discurso.
“Vamos a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, a ser un solo pueblo siempre en paz”
“Una paz desarmante, humilde y perseverante viene de Dios. Dios que nos ama a todos e incondicionalmente. Aún mantenemos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco bendiciendo en Roma. En esa misma bendición Dios nos ama. Dios os ama a todos y el mal no va a prevalecer”, comenzó su discurso en el que se le notaba emocionado.
“Gracias, Papa Francisco”, dijo Prevost, quien fue muy cercano al Papa argentino y que es considerado un reformador y progresista como él. León XIV pidió entonces “construir puentes con el diálogo con el encuentro, llevándonos a todos a ser un solo pueblo siempre en paz”. Y a los cardenales, que le eligieron en la cuarta votación, también les instó a: “caminar junto a ustedes como una Iglesia unida, buscando siempre la paz y la justicia buscando siempre trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo a anunciar el Evangelio, a ser misioneros y acoja a todos”.
“Y si me permiten también una palabra, un saludo... a todos aquellos, en modo particular, a mi querida diócesis de Chiclayo en el Perú”, proclamó el recién elegido pontífice desde el balcón de la basílica de San Pedro del Vaticano este agustino y primer estadounidense pontífice. El nuevo Papa quiso concluir con un Ave María para pedir a la Virgen “por toda la Iglesia por la paz en el mundo”. Empieza así una nueva etapa en la Iglesia, la de León XIV, ante el entusiasmo de la multitud que llenaba la Plaza de San Pedro.