Los partidos no acaban hasta el pitido final. Pero la semifinal del miércoles en la cancha de la mesa del Parlamento fue muy importante. Quizá haya que adoptar una perspectiva histórica para valorar su calado. Y también esperar al futuro para confirmar que es así. Pero más allá del correcalles en el que se convirtió el partido en el tiempo de descuento y un desenlace para comentarlo en la barra del VAR, lo que importa es el resultado. Las caras de los parlamentarios de UPN y su afición (con Arrimadas y Beltrán en la grada de animación) hablaban por sí solas. Esparza creía tener el partido tras intentar un regate al mismísimo PNV en el Bernabeu, pero se llevó un buen revolcón. Como Iñaki Iriarte, repescado de la floja liga israelí. El ex-portero del Aoiz salió a la zona mixta criticando al rival, al árbitro y a cualquiera que se le cruzara por el túnel de vestuarios. Y así sigue todavía. Pero realmente con quién debería estar picado es con su compañero Enrique Maya, al que se abrazó el sábado en su ronda triunfal por ayuntamientos tras el partido municipal de ida: Esparza ha hecho de todo (imponerse en UPN en la fase post-Barcina, montar Navarra Suma....) y no ha conseguido nada y el hoy alcalde de Iruña no ha hecho nada y le ha tocado todo, aunque al paso que va en cuatro días se queda solo levantando hasta el asfalto de la época de Asiron. Bueno. Algo sí que ha logrado Esparza: propiciar de rebote el escenario para un nuevo ciclo político. Lo del “gobierno constitucionalista” es un término caduco. El “cuatripartito”, guste o no, es ya casi historia. Lo que hay ahora en ciernes es un cambio del cambio sin calificar ni medir en un panorama institucional muy plural, equilibrado y complejo. De alguna manera es un gobierno que busca “sujeto” y “objeto”. Ya se verá. Pero lo que estaba en juego el miércoles en el Parlamento era al menos no volver al pasado. Y de paso, sembrar y tejer un modelo de alternancia desde la centralidad del eje izquierda-vasquismo. Una fórmula estable sin vetos pero con votos (es decir, si la sociedad quiere), que refleje de forma oficial al menos a dos tercios de la Navarra real. Vamos, dársela con queso al sucesor de Sanz que inventó esa teoría de los tres quesitos para perpetuar el dominio de UPN con un PSN domesticado.