me ocurre como a Iñaki Gabilondo. También estoy harto de la monserga permanente de los autodenominados constitucionalistas. Es otro de esos mantras falsos que deambulan por la política española. Es un término tan manoseado por quienes han dado muchas pruebas de tener muy poco o nada de constitucionalistas y de demócratas que el término ha perdido todo sentido político y toda credibilidad social. Se les llena la boca con la palabra constitucionalistas y son quienes han asaltado la Constitución en todos sus principios democráticos. Mienten con toda su cara dura. Son los mismos constitucionalistas que llevan décadas protagonizando el trinque total de los recursos públicos en el Estado e incumplimiento sistemáticamente esa Constitución de la que se autodesignan valedores únicos. Constitucionalistas del trinque. En realidad, sus hechos políticos y sus discursos ideológicos dejan claro que los contenidos y principios de la Constitución les importan nada. Al contrario, sus actuaciones han ido vaciando de su contenido social, democrático y progresista la misma Constitución que no paran de mencionar como inmutable. Imponer el cumplimiento del déficit a las necesidades de los ciudadanos y ciudadanas fue el primer movimiento para dejar sin contenido el Estado social que afirma la Constitución. Al mismo tiempo, se fueron aprobando sucesivas reformas legales que recortaron los derechos sociales y laborales. Sin olvidar la agresión permanente al sistema público de pensiones y a su Fondo de Reserva. También el desmontaje de los principios constitucionales que salvaguardan derechos democráticos fundamentales. Se fueron aprobando leyes Ley Mordaza, Enjuiciamiento Criminal, endurecimiento del Código Penal..., que han laminado derechos como la libertad de expresión, de información, de asociación, de manifestación, de opinión, etcétera. Y se ha deteriorado la progresividad fiscal como garantía de igualdad y solidaridad. Un compendio de medidas que han minorizado los derechos civiles y políticos y el Estado de Derecho. Y con la involución centralista se rompe también el pacto territorial. Quienes esgrimen la Constitución, que ya nació encorsetada por la presión y el chantaje del franquismo, han sido quienes han ido eliminando sus garantías sociales, políticas y territoriales. Y son los mismos que han ido devaluando la calidad de la democracia española diluyendo la separación de poderes. Se asaltaron los altos tribunales de justicia y se politizó la justicia para poder judicializar la política si las urnas no resultan satisfactorias. Democracia y constitucionalismo según como. Y la independencia y autonomía de las instituciones del poder judicial ha quedado en evidencia. Se han asaltado también los grandes medios de comunicación públicos y privados y sometido al control e influencia de los poderes fácticos. La Constitución que se conmemoró este viernes es mucho más que los cuatro artículos -la unidad de España, la función vigilante del Ejército, el 155 y el 135-, a la que la limitan estos constitucionalistas de nombre, pero no de convicciones. Carecen precisamente de eso que presumen. Basta comprobar que los últimos admitidos en ese selecto grupo de reaccionarios constitucionalistas han sido los ultraderechistas de Vox, cuyo objetivo político indisimulado es cargarse la Constitución. Constitucionalistas de pacotilla todos.