¿una sotana con una mancha de semen puede tener categoría de expresión artística? ¿Imaginan que un galerista decide exponerla en el ámbito de la feria ARCO? ¿Estaríamos ante una obra cargada de significado en la que el autor quiere expresar su crítica ante los reiterados casos de abusos sexuales a menores? ¿El objetivo del artista sería el de refinar la denuncia desde el impacto que puede provocar su genio creativo o, por el contrario, su interés sería el de atraer la atención para sí mismo, para obtener relevancia? ¿Daría lugar a una disertación cromática sobre el impacto visual del blanco sobre el negro? Para otros, en cambio, ¿sería considerada la obra como una guarrada..?

Los límites del arte y de su expresión en el siglo XXI son como los del universo: infinitos. Cabe todo. Pero no caben todos. Y cada creador busca la forma de hacerse un hueco en un mercado tan cerrado como competitivo. Un escultor, viejo conocido, realizó hace casi veinte años una exposición en la que a los menos versados nos llamaba la atención una silla de enormes dimensiones con la que trataba de expresar “la descontextualización del objeto mediante el tamaño”, según dijo. Con el tiempo, he visto sillas similares, en volumen y pautas, en espacios cerrados y abiertos, que han gozado de los beneficios de su difusión en los medios. Mi conocido no obtuvo ni el beneficio de una crítica. Y su silla, como las otras, también tenía cuatro patas y respaldo?

Tengo para mí que hay mucho de oportunidad y oportunismo efectista en algunas obras que, como la del gigantesco ninot de Felipe VI en ARCO, consiguen tal ruido mediático por lo que conllevan de provocación (y provocar, generar una reacción en el espectador, es el fin de cualquier expresión artística), que acaparan para ellas y para su autor toda la repercusión inmediata en la opinión pública, en particular en el grupo más numeroso, que somos los que no tenemos ni repajolera idea de arte. Esa disciplina en donde todo cabe.