Hacer cola para formalizar la declaración de la renta y saber que vas a pagar es algo cargante, pero ponerte en la fila de vehículos que deben pasar la ITV lleva camino de convertirse en una obligación penosa. Hechos recientes, de hace solo un par de semanas: una persona que trabaja de lunes a viernes acude a la estación ubicada en Noáin (una de las dos que trabajan en el área de Pamplona) el sábado a las seis y media de la mañana confiando en no encontrar a nadie a esa hora. La sorpresa es que se topa con otra gente que ha llegado a las cinco y media de la madrugada. Pese al madrugón y a la previsión, quien arribó a las seis y media no salió del recinto antes de las once. ¿Es necesario tanto esfuerzo para cumplir un trámite obligatorio?

El asunto no es nuevo, viene de atrás y los responsables o quienes otorgan la concesión no han tomado medidas palpables que desatasquen el conflicto más allá que el establecimiento de la cita previa. Sin embargo, consultando ayer mismo la disponibilidad de fechas, la web de la inspección de Noáin presenta todo ocupado hasta el próximo 7 de junio. No creo que el agente que solicite en un control la documentación del vehículo admita como excusa de no tenerla en regla que hay demora en la cita previa. No vale como argumento que libre de la multa económica. Lo sé por experiencia.

El censo de numerosos vehículos con más de diez años de antigüedad en el ya nutrido parque automovilístico, una exigencia de mayor meticulosidad en la revisión y la visita de conductores de comunidades limítrofes que sufren un colapso aún más severo (como en Gipuzkoa) han generado una saturación del servicio que supone todo un quebradero de cabeza para conseguir la pegatina que hay que exhibir en la luna delantera. Desconozco las exigencias para abrir una ITV y la inversión necesaria, pero el servicio se está demostrando escaso y tercermundista.