Hay más efusividad en el abrazo de Pablo Iglesias que en el de Pedro Sánchez. Esa foto que ha acaparado las portadas, la de los dos líderes sellando el pacto con un gesto tan simbólico o más que el de estampar sus firmas, no pone, sin embargo, a los dos en el mismo plano. Para empezar no vemos el rostro de Sánchez, solo un perfil. Tampoco los brazos ni las manos. Nos falta información. O nos la hurtan deliberadamente. Todo lo contrario que con Iglesias. Es indudable que el líder de Unidas Podemos disfruta del momento. Le delatan sus pequeños ojos cerrados sobre el hombro de su interlocutor, como quien trata de embeberse a oscuras de los mimos de una madre o paladear la cercanía de un ser querido. A Iglesias tampoco le hace falta ver porque ya había soñado ese momento, lo había imaginado con antelación, lo había perseguido sin éxito. Ahora lo saborea y lo ralentiza, aunque sean unas décimas de segundo, tiempo suficiente, dicen, para ver pasar por delante toda tu existencia, en este caso la de los últimos seis meses. La imagen no revela si Iglesias se alza de puntillas para estar a la altura del presidente, ese tipo que jugaba al baloncesto. No me extrañaría vista la diferente complexión. Porque sus brazos, tanto como intentar abarcar el cuerpo de Sánchez, parecen prenderse de él, como un escalador se agarra a la roca, asegurándose de que no resbalen los dedos y caiga al vacío. No parece que el movimiento de Iglesias en ese instante sea tanto un esfuerzo por atraerlo como de ir hacia él, de dar un paso al frente para fundirse. Luego, la mano izquierda trepa hasta la altura de la nuca, terreno que entra en el espacio de lo íntimo, de otros afectos, mientras que con la derecha propina dos leves golpes en el costado, signo de colegueo, de reencuentro de dos viejos conocidos. Sánchez, por contra, abre los brazos con un ademán mecánico, ausente de calidez, como un robot que estuviera programado para ello, para abrazar a una persona o a un árbol. No hay palmaditas cómplices y tarda nada en desprenderse. Era el mismo abrazo, pero no lo parecía.