es muy complicada de resolver esa ecuación que tiene como incógnitas el salario, la emancipación y la vivienda. Sobre todo para quienes ahora tienen entre 20 y 35 años. En esto caminamos hacia atrás. Antes del boom inmobiliario de mitades de los ochenta, los jóvenes con trabajo podían hacer planes, ahorrar y meterse en un piso. La diferencia porcentual entre el salario y el precio de la vivienda no era tan sideral como en la actualidad. Lo que entonces era posible hoy, para la inmensa mayoría, resulta inaccesible. Leí recientemente que la cantidad inicial que necesita una persona joven para comprar una vivienda en Navarra es de 43.366 euros, lo que equivaldría al salario íntegro percibido durante cuatro años. Una extrapolación que recogería a quienes pueden llegar a un sueldo de 1.000 euros mensuales y dando por hecho que sobrevivirían con las migajas.

Luego hay quien se extraña de que solo dos de cada diez jóvenes navarros entre los 16 y los 29 años están emancipados. ¡Pero dónde van a ir! Los alquileres han vuelto a dispararse en Pamplona y su Comarca y hasta compartir piso supone un tremendo sacrificio. Eso para los que tienen un trabajo, porque quienes estudian solo pueden sostenerse con la ayuda familiar. Resulta relevante el dato de que la tasa de emancipación entre los jóvenes de 30 a 34 años ha descendido cinco puntos. Lo que significa que son cada vez más los que siguen en el domicilio familiar, una generación que está afectada también por la precariedad laboral que pone más interrogantes en su futuro.

A todo esto, no solo sube el precio de la vivienda, también la temporalidad de los contratos. Otra dificultad añadida es cumplir los requisitos para formalizar un préstamo bancario cada vez más exigente y riguroso. A este paso, a los jóvenes no les va a quedar otra salida que ser inquilinos perpetuos en el domicilio familiar, soñar con que les toque una quiniela o que sean el padre y la madre los que decidan emanciparse.