s lo que tiene el lanzarse a toda velocidad en la desescalada: corres el riesgo de despeñarte. Y al personal le han entrado unas prisas tremendas desde que, tras la cuarentena, comenzó la etapa de ir quemando fases. Es comprensible después de estar encerrado entre las cuatro paredes de un piso, pero tampoco es cuestión de tirar por la borda tanto sacrificio. La industria y los negocios deben ponerse en marcha para aliviar el impacto de la crisis, pero nada más levantar la persiana los aforos parecen poco y todo el mundo quiere volver ya al punto donde lo dejó. Muchos olvidan que el bicho sigue ahí, esperando su momento y buscando nuevos espacios. No son pocos los avisos que viene lanzando la OMS, aunque tras comprobar lo poco atinado de sus previsiones iniciales sobre la extensión del coronavirus y sus efectos, todo es refutable. Ayer escuché a hoteleros de Baleares decir que las medidas para ir recuperando el turismo llegan "un poco tarde". Esto ya me parece puro desfase.

Sólo desde la relajación de los hábitos puede entenderse el reciente repunte de casos. En las últimas veinticuatro horas se registró en el Estado un aumento en los contagios detectados, con 167, frente a los 84 notificados el pasado martes. Es el doble. En la CAV, el brote de coronavirus detectado en el hospital Basurto alcanzó ya los 25 positivos confirmados por PCR -5 más que el martes- y una de las personas infectadas ha fallecido. Aunque parece controlado, la incidencia puede alterar los planes del Gobierno vasco de adelantar al día 15 el fin de las restricciones de movilidad entre autonomías.

O nos tomamos estos repuntes como avisos o corremos el riesgo de quedarnos varados por mucho tiempo en la nueva normalidad. Y aquí tenemos en puertas los días de San Fermín y mucha gente inconsciente con ganas de fiesta. ¿Tan pronto se nos han olvidado los más de quinientos muertos en Navarra y el esfuerzo de todos los sanitarios, aplausos incluidos? Confío en que llegue un repunte de cordura.