e confesaba un amigo en un reciente diálogo telefónico que arruinada su vida social por la pandemia le ha cogido gusto a estar en casa, que se encuentra cómodo apalancado en el sofá, que ha cedido la ansiedad de los primeros días por salir de bares, que a todo se hace el cuerpo y que ya veremos cuando esto acabe. Comparto en parte ese diagnóstico que tiene mucho que ver con la edad, con el temor a un contagio, con lo poco gratificante que es hacer las cosas que te gustan a medias y también con las comodidades que acabas encontrado en el hogar.

Si los conspiranóicos suman argumentos para defender que esta es una pandemia planificada, no es ajeno a esa hipótesis el diseño previo de la vida doméstica con la mayoría de las necesidades de sus componentes cubiertas. Porque antes de conocer la existencia del virus ya estaban en marcha las plataformas de televisión como Netfix; Amazon servía a domicilio cualquier pedido en pocas horas; por las calles iban y venían lo repartidores de Glovo transportando todo pedido que puedas pagar; ordenadores y teléfonos móviles permitían el contacto visual con el lugar más distante del planeta; lo niños, los adolescentes y los adultos jugaban on line dialogando con sus competidores acomodados en confortables sillones articulados; las multiconferencias estaban preparadas para entrar en servicio; WhatsApp permitía horas de conversación y de entretenimiento; y si no sabes cómo llenar el tiempo tienes Sálvame de lunes a sábado y partidos de fútbol todos los días de la semana, ahora también con plataformas que llegan a la Segunda B y a la Tercer División€ Todo estaba dispuesto para que nos quedáramos en casa y, aunque en menor medida, para que siguiéramos consumiendo y se atendieran las necesidades básicas. Y así pasamos de buscar refugio a estar recluidos.

Soy de los que sospecha por entretenimiento más que por convicción, aunque me cuesta creer que muchas cosas pasen por casualidad: que el virus provenga de China, que se multipliquen los contagios de forma exponencial, que el país o la región que presume de tenerlo bajo control se vea asolado al poco por miles de caso e incluso este hecho de ahora mismo de que a los dos días de fijarse el calendario de vacunas se descubra que el virus ha mutado. Si no recuerdo mal, el primer eslogan de la pandemia, allá por marzo, fue Quédate en casa. Todo muy raro.

Todo estaba dispuesto para que nos quedáramos en casa y, aunque en menor medida, para que siguiéramos consumiendo y atendidas las necesidades básicas